viernes, 19 de junio de 2015

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (El Poeta) IV


Bien, olvidemos las limitaciones ajenas
 y por nuestra parte sigamos ocupados
con el  "Principe de la Poesía", el gran
 maestro G. A. Bécquer. El poeta de
 quien numerosas de sus afamadas rimas
 permanecen envueltas en el vaporoso
 mundo de la antipoesía.

 Sí, he dicho bien, antipoesía, entendiendo
 como tal el "sacrificio" de los ritmos y la cadencia
 externa poética en beneficio la idea esencial,
 la que viaja desde el interior del espíritu del
 poeta para expresar el sentimiento humano.

RIMA XVII

 Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
 hoy llega al fondo de mi alma el sol;
 hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado... 
 ¡Hoy creo en Dios!



Nalda, La Rioja, Convento de S. Francisco


Gustavo Adolfo Bécquer (El Poeta)


IV

Viajó por los caminos de la tierra
hacia el mundo de las estrellas,
como en una ensoñación el paraíso
de sus sueños al encuentro de lo insólito,
lo antiguo por el hombre construido,
las costumbres que los pueblos tenían,
los cantos y sus bailes, el rumor de la calle,
la algarabía de la fiesta y el vino de la cantina.
Y encontró al hombre en medio de los hombres,
borracho y pendenciero, grave y taciturno,
jugador, truhán y mujeriego; los unos
con sus vicios y otros de virtudes llenos.

Tiempos y tiempos viajando,
al encuentro de bellezas y cuentos,
y su alma embelesada proseguía
el ensueño: de una vida sabia,
con hombres resueltos y cultos,
que al amparo del saber supieran
distinguir la ó del cero.
“El futuro en la cultura de los pueblos”
-se decía lleno de tesón y contento-,
luchando por libertades
llevaba por banderola el viento.

Suspiros daba la luna
allí en San Juan de Duero;
suspiros en el guerrero
por la luna de sus sueños;
la noche estaba de azul,
de estrellas preñado el cielo.
La brisa movía los álamos
cuyas hojas cantaban de contento,
aguas que pasaban sumisas
en silencio escuchaban al viento. 

Y la fantasía se despierta y el alma
da un vuelco y el corazón, que late                                           
fuerte, golpea en gozoso galope.
El rayo de luna en la frente, entre
las hojas se ha escurrido, ilumina
leyenda de amor espiritual y místico.
Premonitoriamente previene
un museo futuro; bajo las arcadas,
a su libre albedrío, coloca imágenes
e ídolos, que honrarán la memoria
de quienes la piedra esculpieron.

A la luz de la mañana, la bóveda luce, 
Impoluta; añiles que le acercan
al cielo de Sevilla, la ciudad lejana
del gran río, aquella que le viera
nacer, donde diera sus primeros
pasos haciendo juegos de niños.



Luna lunera cascabelera...

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