lunes, 16 de mayo de 2011

Mi Amarcord, Recuerdo, Particular

Entrada al país de los sueños infantiles o el velo de la inicencia 


Aficionado al cine sí que lo he sido, cuando era joven, cuando me jugaba las clases en el bachillerato para enfangarme en la sala oscura de un cinematógrafo. Disfrutaba tanto que no me daba cuenta de mis inasistencias a clase, pasar lista se llamaba al asunto, y claro, el cureta avisaba a mi madre de mis novillos y castigo al canto,…. Cuántos? No lo sé, más de los que a mí me hubiera gustado, ahí es cuando te das cuanta que el crimen jamás queda impune; quien la hace la paga, me decía mi padre negándome la paga del domingo……. ni se sabe de cuántos domingos? Claro está, las cuentas se ajustaban a base de sisas, hasta que me cogió el idiota de mi hermano y se chivó, que levante el dedo quien no haya tenido un hermano acusica. Doble castigo, aquello era como el tema del Castillo de Kafka al que nunca pudo acceder el amigo K.

Llovió bastante, desde lo del colegio hasta que llegó la prodigiosa película de Amarcord llenándome los ojos de escenas inconcebibles y la mente de estupor ante lo que estaba presenciando. Bienvenido Mister Fellini. Ni me lo podía creer, los sueños sueños son y los recuerdos de la adolescencia son parte de los sueños, sumergidos en la nebulosa del tiempo que hacen de nuestras vidas un pasar más liviano, quizá, incluso, pasajero por aquello de la brevedad de la vida o de lo remoto de los recuerdos de adolescencia. No os pongáis pesados, en verdad que no lo sé, tampoco me interesa, lo del psicoanálisis es una historieta que me viene de lejos y me importa un bledo, allá ellos, me refiero a psiquiatras y psicoanalistas, vivo inmerso en el campo y no preciso de sus consultas, menos de sus butacones.

Cuando llegó el año 1973 yo tenía veintiocho años, estaba casado y los días del colegio olvidados en la mochila del tiempo. Casi nada, diez doce años pesan demasiado en la conciencia de la gente; aunque yo aún no peinaba canas, ahora unas cuantas, no muchas porque soy la envidia de mis ex compañeros de clase. Que se fastidien, me digo. No sé yo qué decir de aquel prodigio, me refiero al film Amarcord. Al salir del cine lo primero que hice fue quitarme la cara de estupor, creo que la proyectaron en el Carlos III de Pamplona, no me hagáis mucho caso porque mis neuronas empiezan a escasear. Lo segundo fue imaginarme el impacto que dicha película causaría proyectándola en el frontón de mi pueblo, los gestos de alucinación de mis abuelos y la indignación de las abuelas ante tanta indecencia. Pobres abuelitos tanto como yo les quería, en especial al padre de mi padre que me daba pagas bajo manga sin que se enterasen mis hermanos y mis primos. Toma, me decía, guárdalas que no te las vean los demás.

Sí, era el otoño de 1973 cuando la vi acompañado de mi exmujer, entonces todavía nos queríamos, llevábamos dos años y medio casados, tampoco puedo asegurarlo del todo, no me refiero al amor hacia ella, sino al tiempo, porque a lo mejor era a principios del 74, no pasa nada, no os preocupéis, son cosas de mi demencia senil. Por favor no se lo digáis a mamá porque la pobre se pone histérica. En especial recuerdo la secuencia de la noche en las barcazas de los pescadores esperando a no se sabe qué monstruo marino, me tranquilicé al comprobar que se trataba de un pacífico transatlántico. Qué poderío el de la sirena del barco rugiendo que te ruge en medio de la mar. Recuerdo que los espectadores decían: Ahí viene, ahí viene….. Impresionante, y al pronto va y pasa majestuoso, todo iluminado, piso a piso, ventanuco a ventanuco. Lo recuerdo como si fuera hoy mismo, tampoco debe extrañaros porque la he visto al menos en diez ocasiones, además la tengo en c.d. en mi casa y la pongo cuantas veces se me antoja.

Recuerdo que me dio algo de envidia el muchacho que se trajinaba la historia con la estanquera, ¡dos mío que poderío! ¿Cómo es posible que algunos tenga tanta fortuna desde jóvenes?, me preguntaba, la envidia se me pasó ipso facto al comprobar el desriñone que se llevaba el chaval al día siguiente. En aquel momento comprendí el rollo de que el crimen jamás queda impune, al parecer tampoco la lascivia; ¡pobre mocete!, lo bien que se lo había pasado con semejante atracón recordando los tiempos, que no recordaba, de cuando era bebé y su mamá abría el restaurante para alimentarle. En exclusiva para él, quizá papá se entrometía alguna vez, pero tampoco le importaba demasiado porque era de buen conformar, además la criatura se hacía el dormido para no importunar a sus padres sabedor que el restaurante acabaría llenándose para él solito.

Es que eso de la intuición es la divina comedia, desde niños nos salva, desde niños nos protege en forma de sueños, desde niños va alimentando nuestros recuerdos que un buen día aflorarán ante cualquier situación comprometida. Por aquello de que hay que seguir viviendo nos dirá: tío por aquí, y le haremos caso y salvaremos los recuerdos en el chip de la memoria del tiempo, y esos flases se convertirán en nuestro Amarcord particular que nos mantendrá con la ilusión de vivir una vida plena. Colorín colorado, estos Amarcords se han acabado. Gracias Federico Fellini por hacernos grata la vida.

2 comentarios:

  1. Gracias a Fellini y a ti por recodarlo!!
    Saludos
    Ana

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  2. Pásate por la Plaza del Mercado, estaré allí el jueves a la tarde, ya sabes, DEMOCRACIA REAL YA

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