De seguido aquel poeta se declaró admirador
incondicional de A. Machado, lo cual me pareció
de perlas. En definitiva algún maestro protector
hay que tener para justificar nuestros versos.
Lo que ignoraba el poeta era la famosa frase
de A. Machado en referencia a nuestro poeta:
"Bécquer, el príncipe de la poesía", y también
ignoraba este poemita escondido del autor
de "Campos de Castilla", pues de lo contrario
no se hubiera atrevido a emprenderla contra
la rima XXI de Gustavo. Resumiendo,
ignorancia de los poetas que desconocen la
obra de quienes tienen asumidos como sus
maestros. Triste paradoja.
Supongo que no hace falta añadir que este
poema es un homenaje a la rima XXI de Bécquer.
APUNTES,
PARÁBOLAS, PROVERBIOS Y CANTARES
III
“¿Qué es
amor?”, me preguntaba
una niña.
Contesté:
“Verte una
vez y pensar
haberte
visto otra vez”.
A. Machado.
Atocha, 1920 |
Gustavo Adolfo Bécquer
(El Poeta)
III
Y
la ciudad oscura apareció ante
su
rostro atónito, no daba crédito,
sus
ilusiones de poeta debían cumplirse
en
un entorno tan hostil. -¡Maldita sea!,
-se
dijo en voz baja. -Temiendo romper
el
hechizo de aquel viaje a la meca
de
sus sueños poéticos: intrincada
y
sucia, destartalada y maloliente,
indiferente
a la vida del amplio mar.
La
ciudad oscura le abofeteó la cara
tostada
por la luz de Sevilla,
y
el sol permanecía oculto tras las nubes
de
hierro y acero. Era como estar en medio
de
la nada, como si tras los muros
de
las casas se hubiera ocultado
la
vida, que dormía en el limbo
de
la indiferencia, exenta de gracejo
y
garbo, de ritmo y ganas de sentir.
-No
hay marcha atrás. -Se dijo. -Aquí estoy
y
pagaré mi tributo a la supervivencia,
a
la poesía que llevo dentro de mí,
al
gran decir de los poetas aunque
el
precio me cuesta la vida.
-La
ciudad oscura ensombreció,
al
pronto, sus ilusiones juveniles;
de
no dar crédito a sus ojos, perplejos,
que
se desangraban en llanto ante
el
inenarrable espectáculo del caos.
Y
su alma de la armonía sintió escalofríos,
como
de fiebre infantil de pulmonía,
y
el paraíso imaginado, el vergel del Edén,
diluido
bajo el pesado rodar de la diligencia,
que
levantaba polvo, polvo, polvo a medida
que
se adentraba en la ciudad prometida.
Pero
la voz de su ser interior, la voz
de
su alma, la de su espíritu indómito,
le
sosegó advirtiéndole de las disposiciones
del
destino, que incansable permanecería
a
su lado hablándole de tú a tú, en persona.
Más
tarde vendría la necesidad de supervivencia,
el
bocado de pan para alimentar la vida,
dando
de comer al gran dragón de la prensa,
día
a día, que, insaciable, cada mañana
presentaría
las páginas en blanco
para
ser cubiertas con tinta de tipografía.
Y
se sucedió el primer tiempo, y el segundo
tiempo
llegó a su fin y en el tercer tiempo
comprendió
que tenía abandonada la poesía,
y
buscó el campo, la luz, las rimas del alma,
la
mujer de sus amores y el sol del mediodía.
Amanecer
del 21-3-13
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