domingo, 17 de julio de 2011

POR EL MONCAYO DE G. A. BÉCQUER II





El Moncayo visto desde Añón



RIMA LXIII

Como enjambre de abejas irritadas,
de un oscuro rincón de la memoria
salen a perseguirme los recuerdos
de las pasadas horas.

Yo los quiero ahuyentas. ¡Esfuerzo inútil!
Me rodean, me acosan,
y unos tras otros a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.



Trabajando en Veruela


Desde Aragón al Moncayo se le mira desde abajo, contemplada desde la base norte la montaña es más alta, más imponente, incluso inquietante. Los valles se cierran, son angostos, más que los de la vertiente soriana. Bécquer conoció el Moncayo aragonés viajando desde Soria, “Un Lance Pesado”, hizo la aproximación desde la meseta, presumiblemente en compañía de su hermano Valeriano. En Madrid le habían hablado de Veruela, en aquellos momentos reconvertido en hospedería a consecuencia de la desamortización de Mendizábal. El poeta viajaba al modo de los románticos, al encuentro de lo exótico, de ahí la belleza del relato que serviría de introducción a la prosa enfebrecida y moncayesa de Bécquer. Porque las Cartas desde mi Celda son visiones de un hombre cuya alma se apodera y se expresa en sus escritos, una a una las pausas de los relatos son pequeños hálitos de su alma literaria que pugnaba por estar presente, permanecer entre los renglones de los escritos del poeta.


Cruz de Bécque

RIMA VIII

Cuando miro  el azul del horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.

Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subirme en un vuelo
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.

En el mar de la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.


Julia, el amor no correspondido
de Bécquer


Es el alma femenina del poeta quien se asoma a la balaustrada de sus escritos, quien le dicta cuando pormenorizadamente nos relata con su delicadeza habitual los más mínimos detalles del mercado semanal de Tarazona; o al describirnos, desde su observatorio predilecto, La Cruz Negra, ahora conocida como la Cruz de Bécquer, el paso garboso, alegre y despreocupado de las muchachas de Añón portando la gavilla de leña en su camino a Tarazona. O en sus innumerables incursiones a diferentes zonas del entorno moncayés, dejándonos el regalo de sus apreciaciones y de un modo de vivir que a nosotros se nos antoja lejano y desde luego exótico. Quizá, un detalle que al parecer tiende a pasar desapercibido, al menos yo lo creo, es el referente a su aportación al conocimiento etnográfico de las gentes de la zona; queramos que no la lectura pausada de las “Cartas de mi Celda” nos aporta un conocimiento etnográfico de las gentes del Moncayo aragonés rico en detalles y entrañable. Sin olvidar las numerosas referencias históricas, algunas de ellas mezcladas con la tradición popular, léase Las Brujas de Trasmoz.


Castillo de Tramoz

RIMA XXIII
                                                                                          [A ella. No sé…]

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo
por un beso---¡Yo no sé
qué te diera por un beso!



Muralla de Añón

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