viernes, 15 de abril de 2011

Quevedo-1






Discurso de todos los diablos




Lo prometido es deuda, en la presentación del bloc os decía que alguno de los capítulos estaría dedicado al gran Quevedo, ni nombre ni segundo apellido hacen falta para identificarle pues Quevedo como tal sólo existe uno. El escritor y poeta corrosivo, como ningún otro domina la magia de la palabra, cuyo verbo es verbo creativo en grado superlativo. Ingenio y arrojo, genio y figura antes y después de la sepultura. Trascender el tiempo con su obra hizo, desde su tiempo hasta nuestro tiempo unidos los tiempos en la clarividencia de su poesía y su prosa.  Ríos de tinta se han escrito a la sombra de su alargada figura, ríos de tinta para ensalzar una obra que los dioses han tenido a bien preservar, mientras siglo tras siglo los hombres de la cultura prosiguen adorando al enviado de las letras...


Luego de asistir al prodigioso renacer a la vida en cada nuevo amanecer, los hombres nos miramos al espejo por aquello del acicalamiento, y aquí se inicia la terrible paradoja del cielo y el infierno que los seres humano llevamos dentro de nosotros mismos, porque no existe mayor infierno que aquel que cada quien se crea en su mente, otro tanto puede que suceda con el cielo, no obstante éste último es bastante  más hipotético. En esta vida existen dos formas de mirarse al espejo en la mañana, que a saber son: una consiste en la del redomado, taimado, traidorzuelo que se interroga “a quién voy a joder hoy”; la segunda se corresponde con la actitud del hombre confiado a la vida, quien simplemente se dice “vamos a ver que sorpresas me depara el día”. Entre uno y otro existen años luz, entre uno y otro nos hallamos incluidos todos los seres humanos del planeta. Entre un extremo y el otro está la virtud, se dice, pues en este caso la virtud está en uno de los extremos; paradojas de la vida, no siempre funciona las leyes de los tópicos y de las frases prefabricadas.

En este trabajo vamos a ir de la mano del primero de los individuos, el sátrapa, embustero, mentiroso, metementodo y manipulador. El que cisca al vecino, a la vecina, al compañero de trabajo, a los amigos en el bar y se ensucia en los canzoncillos si alguien le hace frente. El fanático, lunático y papamoscas cuya falsa clarividencia le lleva a ser la estrella de la reunión, reunión de tontos, por supuesto. Cada quien está en su sitio menos él, es dios y está en todas partes, la alcahueta del barrio; conoce virtudes y vicios de todo el mundo que propaga de oreja a oreja, y alarga la suya incluso a varios kilómetros de distancia. Estar en el centro de las comadres, se le llama a su actitud. Baila al son que tocan por aquello de agradar y se agranda en la procesión cotidiana de la calle con el bombo en la mano. Hacer ruido, que le oigan, que le vean, se le llama. Pobre diablejo muerto, hasta hubo un tiempo que se hizo político allá en la transición después de pasar por el seminario ni se sabe cuántos años.

¡Claro que hablo de tu vecino!, ¡por supuesto!, ¿qué te creías?, ¿qué estabas a salvo? Aquí no se salva ni dios, todos somos reos de las circunstancias veciniles. El vecino truhán, que esconde la navaja en la faltriquera, lleva garfios en las uñas y los zapatos con punteras de metal. Saluda con sonrisa cínica, hiriente, a la vez que con la mirada asaetea la más mínima debilidad aprovechando el encierro en la caja del ascensor. Aire gritas al salir, al tiempo que te limpias la manga del jersey en la zona que te ha rozado. Aire, aire y sales zumbando al trabajo para quitártelo de encima.

El muerto de hambre va por la vida de cazador de recompensas, sus presas los hombres confiados; él les porfía, los envuelve, les miente, les entresaca intimidades que pregona a los cuatro vientos con la sordina puesta en el clarinete. El rey de las comadres, el príncipe de la mentira, el cardenal de la discordia, la celestina cutre del barrio. En voz baja, siempre en voz baja lanza las insidias con el mayor de los descaros, dejando correr la bola, agrandándola, incendiándola para que queme y abrase a su última víctima. Acechanzas tras acechanza no se cansa de sujetar el trabuco que inmisericorde disparará al entrecejo del reo. Infierno, infierno, infierno su palabra preferida; diablos, diablesas, diablejos, diablejas, diablillos, diablillas su cuadrilla de compañía, y el infierno encerrado entre las cuatro paredes de su minúsculo y enfermizo cerebro...


No ha cambiado el hombre,
desde entonces,
desde el tiempo de Quevedo
no ha cambiado la sociedad.
Los muertos a la escombrera,
los vivos a su madriguera,
los ciegos de guía,
los videntes de visionarios,
los piratas de empresarios,
los necios de gobierno,
la inteligencia exiliada,
las putas en la calle,
los cornudos de ignorantes
y todos para adelante
contra el acantilado de la inconsistencia,
de la ignorancia, y los papanatas
de mercachifles triunfadores.
Vender, vender el alma
a cambio de cuatro reales de vellón.
Oro por el arte y la creación,
plata por el alma borracha
y platino por el espíritu empotrado
contra la desidia de la existencia.
Amigo, ¡que no ha cambiado el hombre!,
¿cuantas veces tengo que decirlo?


 CONTINUARÁ.

4 comentarios:

  1. No se piensa en una u otra persona cuando se escribe, mi querido amigo. No se piensa en nadie y se piensa en todo el mundo. Aquí estamos, panza arriba como los gatos, dejando que el sol de la mañana nos caliente la barriga........... ya me entiendes.

    Eres mi lector más fiel, el menos conocido, no anónimo.
    Gracias por tu amistad

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  2. Estoy de acuerdo en lo que dices Anselmo: "No se piensa en una u otra persona cuando se escribe, mi querido amigo. No se piensa en nadie y se piensa en todo el mundo."

    Lo del vecino también lo pillo como alusión al "lector", y me gusta la utilización de "vecino"
    "¿qué te creías?¿qué estabas a salvo?" (me gustan estas dos preguntas sobre este tema de alusión indirecta/directa...)

    Tampoco soy una entendida, pero me da la impresión al leer este texto, también me ha pasado con alguno de los del blog, que el propio texto se te acerca y se te aleja en su forma de expresión, supongo que será cosa mía o hay alguna intención?

    Imagen en especial: "lleva garfios en las uñas"

    Saludo
    Ana

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  3. Es una efecto espacial, si acortas o alejas el espacio aparece el ritmo por sí mismo. Te estoy hablando de ese ritmo que todos llevamos dentro del alma y que permanece unido al ritmo del cosmos. Espero que te guste la respuesta, Ana.
    Un saludo.

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  4. Me gusta la respuesta :)

    Saludos a los dos
    Ana

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