Casa de Bécquer en Noviercas |
A vueltas con la casa de Bécquer en Noviercas
Que se sepa, en Noviercas existe un pequeño edificio, sito en la calle
principal de la población, que está dedicado a museo con temática becqueriana,
en su interior se puede presenciar una pequeña muestra del paso del gran poeta
en sus estancias en torno al Moncayo soriano. Quien viaje allí que no pretenda
encontrar las dimensiones, los servicios, los guías, el personal, ni el “bullicio”
a que nos tienen acostumbrados los grandes museos del país. Aquí nos hallamos en
el interior de un edificio recoleto, pequeño, en el que la falta de espacio es
evidente. No importa, porque lo que sus creadores y cuidadores pretenden es,
simplemente, invitar al viajero a recrearse en el mundo poético de G. A.
Bécquer y aproximarlo a su estancia en aquellas tierras.
Con las citadas funciones es evidente que cumple y satisface la
curiosidad cultural y las necesidades “investigadoras” que cualquier viajero
medio pueda demandar; pues bien, queda meridanamente claro, que de lo que no se
trata es de convertirlo en un gran centro de investigación e interpretación de la
vida y obra de nuestro gran poeta. Bastémonos entonces en quedarnos satisfechos
con las funciones que cumple, démonos por contentos y aplaudamos su presencia
y, por favor, no confundamos churras con merinas, defecto tan generalizado de
los españoles. El mundo becqueriano no necesita un museo más y tampoco
Noviercas, menos que sea grandilocuente y caro de mantener, para en poco tiempo
correr el riesgo de cerrarlo por falta de presupuesto.
Gustavo era un hombre sencillo, tan sencillo como la casa que habitó, y
su prosa y su verso igualmente lo eran. La casa de marras, la famosa casa de
Noviercas, no es ni más ni menos que una prolongación de la sencillez
becqueriana. Si Gustavo hubiera sido un hombre ampuloso, difícilmente habría
pisado Noviercas; entonces, ¿por qué, ahora, las autoridades “culturales” sorianas
pretenden hacer ese museo fantasma, por más que existan impedimentos legales, aún
a costa de destruir el testimonio más íntimo y personal del poeta, su vivienda?
Una vez más nos encontramos ante la disyuntiva del hacer o del no hacer o de “el
qué” hacer, tantas veces omnipresente en materia cultural y de conservación del
patrimonio histórico artístico; una vez más nos obligamos a evitar errores
irreparables, tan frecuentes en nuestro país por falta de reflexión, de acuerdo
y de debate. Los españoles somos así, dicen; pues dejemos de serlo porque más
tarde los resultados suelen ser desastrosos.
Ante el tema que nos ocupa estamos en condiciones de hacerlo bien, con
orden y consenso. Ni que decir tiene que desde estas modestas líneas se
suscribe y aplaude el posicionamiento de la Asociación Cultural Nueva Elevada,
de Noviercas, que aboga por la restauración, conservación y mantenimiento del
edificio conservando su estructura actual, sus correspondientes divisiones
internas y, por supuesto, también sus materiales originales; olvidando la
peregrina pretensión de dedicarlo a museo, uso innecesario porque ya tenemos el
primero, cuya función cumple a la perfección. Ahora que, gracias a la crisis, nos
hemos olvidado de construir edificios espectaculares, innecesariamente grandilocuentes,
espantosamente horribles y cuyo mantenimiento constituyen una ruina para las
diferentes administraciones, estamos en condiciones de retornar a la pequeña arquitectura
de la armonía, útil y eficaz y cuyos costes son fácilmente asumibles por las
arcas de un ayuntamiento modesto.
Es verdadera la afirmación del presidente de la asociación, José
Ignacio Pérez, una vez derruida la casa de Bécquer ya no es la casa de Bécquer;
será pretendidamente la casa de Bécquer, pero ya no es la casa de Bécquer. Sucede
porque el patrimonio histórico artístico es así de delicado, una piedra robada
a un arco románico arruina el arco, una casa robada a su tiempo acaba con la
casa; por definición el patrimonio es delicado, no olvidemos que en él está y
permanece la memoria de nuestros abuelos, antepasados, su filosofía de la vida,
su saber estar, sus formas de hacer, digamos su esencia vital, y que en
definitiva es lo que anduvo buscando nuestro gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer
en sus reiteradas estancias en el entorno del Moncayo, ya sea soriano, ya
aragonés.
Señor alcalde, D. Pedro Millán, por favor no la destruya, en esa
vivienda se pueden escribir miles de versos en el futuro, además habremos
legado a nuestros hijos una parte intacta de la historia.
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