miércoles, 11 de marzo de 2015

A VUELTAS CON LA CASA DE BÉCQUER EN NOVIERCAS

Casa de Bécquer en Noviercas
A vueltas con la casa de Bécquer en Noviercas

Que se sepa, en Noviercas existe un pequeño edificio, sito en la calle principal de la población, que está dedicado a museo con temática becqueriana, en su interior se puede presenciar una pequeña muestra del paso del gran poeta en sus estancias en torno al Moncayo soriano. Quien viaje allí que no pretenda encontrar las dimensiones, los servicios, los guías, el personal, ni el “bullicio” a que nos tienen acostumbrados los grandes museos del país. Aquí nos hallamos en el interior de un edificio recoleto, pequeño, en el que la falta de espacio es evidente. No importa, porque lo que sus creadores y cuidadores pretenden es, simplemente, invitar al viajero a recrearse en el mundo poético de G. A. Bécquer y aproximarlo a su estancia en aquellas tierras.

Con las citadas funciones es evidente que cumple y satisface la curiosidad cultural y las necesidades “investigadoras” que cualquier viajero medio pueda demandar; pues bien, queda meridanamente claro, que de lo que no se trata es de convertirlo en un gran centro de investigación e interpretación de la vida y obra de nuestro gran poeta. Bastémonos entonces en quedarnos satisfechos con las funciones que cumple, démonos por contentos y aplaudamos su presencia y, por favor, no confundamos churras con merinas, defecto tan generalizado de los españoles. El mundo becqueriano no necesita un museo más y tampoco Noviercas, menos que sea grandilocuente y caro de mantener, para en poco tiempo correr el riesgo de cerrarlo por falta de presupuesto.

Gustavo era un hombre sencillo, tan sencillo como la casa que habitó, y su prosa y su verso igualmente lo eran. La casa de marras, la famosa casa de Noviercas, no es ni más ni menos que una prolongación de la sencillez becqueriana. Si Gustavo hubiera sido un hombre ampuloso, difícilmente habría pisado Noviercas; entonces, ¿por qué, ahora, las autoridades “culturales” sorianas pretenden hacer ese museo fantasma, por más que existan impedimentos legales, aún a costa de destruir el testimonio más íntimo y personal del poeta, su vivienda? Una vez más nos encontramos ante la disyuntiva del hacer o del no hacer o de “el qué” hacer, tantas veces omnipresente en materia cultural y de conservación del patrimonio histórico artístico; una vez más nos obligamos a evitar errores irreparables, tan frecuentes en nuestro país por falta de reflexión, de acuerdo y de debate. Los españoles somos así, dicen; pues dejemos de serlo porque más tarde los resultados suelen ser desastrosos.

Ante el tema que nos ocupa estamos en condiciones de hacerlo bien, con orden y consenso. Ni que decir tiene que desde estas modestas líneas se suscribe y aplaude el posicionamiento de la Asociación Cultural Nueva Elevada, de Noviercas, que aboga por la restauración, conservación y mantenimiento del edificio conservando su estructura actual, sus correspondientes divisiones internas y, por supuesto, también sus materiales originales; olvidando la peregrina pretensión de dedicarlo a museo, uso innecesario porque ya tenemos el primero, cuya función cumple a la perfección. Ahora que, gracias a la crisis, nos hemos olvidado de construir edificios espectaculares, innecesariamente grandilocuentes, espantosamente horribles y cuyo mantenimiento constituyen una ruina para las diferentes administraciones, estamos en condiciones de retornar a la pequeña arquitectura de la armonía, útil y eficaz y cuyos costes son fácilmente asumibles por las arcas de un ayuntamiento modesto.

Es verdadera la afirmación del presidente de la asociación, José Ignacio Pérez, una vez derruida la casa de Bécquer ya no es la casa de Bécquer; será pretendidamente la casa de Bécquer, pero ya no es la casa de Bécquer. Sucede porque el patrimonio histórico artístico es así de delicado, una piedra robada a un arco románico arruina el arco, una casa robada a su tiempo acaba con la casa; por definición el patrimonio es delicado, no olvidemos que en él está y permanece la memoria de nuestros abuelos, antepasados, su filosofía de la vida, su saber estar, sus formas de hacer, digamos su esencia vital, y que en definitiva es lo que anduvo buscando nuestro gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer en sus reiteradas estancias en el entorno del Moncayo, ya sea soriano, ya aragonés.  


Señor alcalde, D. Pedro Millán, por favor no la destruya, en esa vivienda se pueden escribir miles de versos en el futuro, además habremos legado a nuestros hijos una parte intacta de la historia. 

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