sábado, 3 de enero de 2015

ANSELMO, COSAS Y HECHOS DE MI VIDA, XXXII


Atochas (Madrid) 1-1-15. La hora en el reloj


Anselmo, cosas y hechos de mi vida XXXVII

Nunca me gustó la oscuridad, desde niño me encanta la luz, los días largos y las noches breves. No me molesta el frío, soy nacido en un terruño en el que la gente le llama fresquillo al frío aun y cuando el termómetro marque a bajo cero grados. Nunca oirá nadie a un soriano quejarse de frío, lo tienen a gala soportarlo, entre otras porque les enseñaron de niños a convivir y hacerse fuertes en él y porque los cuerpos se adaptan al medioambiente desde críos para ejercer el rudo “oficio” del sobrevivir. No me gustan las noches largas de los inviernos y cuando llega el mes de noviembre se me cae el alma a los suelos por aquello de que a las seis de la tarde es noche, si bien en la ciudad se nota menos porque tiende a pasar más desapercibida. Recuerdo, de cuando era adolescente, la salida del colegio a las siete y media de la tarde, ya era de noche y me había pasado un buen rato viendo oscurecer a través de la ventana, poniéndome triste y melancólico, pues una vez más estaría oscuro cuando saliéramos del cole. Eso como muy pronto, sí el idiota del Victorino no nos castigaba a la puñeteras “maniobras” hasta las ocho y media o cerca de las nueve.


Reflejos, Río Duero (Soria)
En las maniobras nos poníamos de subir y bajar escalera como tontos, ascendíamos por el lado de la pared y bajábamos por la parte del barandado, todo el curso en fila india, desde el bajo hasta el último piso, uno detrás de otro hasta completar los noventa y tantos que estábamos entre las dos clases. La verdad que éramos un curos de armas tomar, cuando en quinto pasamos al patio de los mayores a los cuatro días nos habíamos hecho los dueños, por supuesto no faltaron escaramuzas y alguna bofetada que alguno de nosotros se ganó por aquello de que los chicos de los cursos superiores eran más grandes físicamente, tenían más empuje y podían con nosotros. Pero éramos una piña, entre otras porque del curso estábamos en la cuadrilla un total de veinticuatro aguerridos guerreros enanos; así que la cohesión del grupo gana la guerra y nosotros estábamos bien guardados por los miembros de la cuadrilla.


El poeta piensa
Sigue sin gustarme la falta de luz, lo cual no implica que no adore la noche en medio del campo, pero es que allí hay luz en la noche: están las estrellas titilando dulcemente, la luna en cualquiera de sus fases a excepción de la luna nueva, los otros planetas del sistema solar que van y vienen a su aire siguiendo su órbita imperceptible a los ojos de los humanos, el derroche de  constelaciones que gravitan en el cosmos, la Osa Menor con la Estrella Polar indicando el norte a marineros y pilotos, la Vía Láctea mostrando su esplendoroso derroche de trillones de estrellas que tintan de blanco la negrura del cosmos. Existe luz en la noche, la del alma humana que se libera en forma de cuerpo astral y nos habla de nuestros propios delirios, de nuestras dudas, de nuestras inquietudes, que nos hace ver lo poco que somos y lo mucho que nos queda por trabajar de cara al futuro fijado a miles de años luz. Porque somos luz amamos la luz, necesitamos de la luz, y nuestra esencialidad es una parte, proyección, de luz primigenia en la que emergió el espíritu del ser. Somos luz caminando hacia la luz.



La nave de la tierra
Hacia la vida dirigimos nuestros pasos aun ignorando que así lo hacemos, caminamos en la indolencia de la ignorancia porque todavía estamos inmersos en el principio de nuestro periplo evolutivo. El viaje es largo y complicado, Sísifo nos lo muestra bien a las claras pero nos mofamos de su esfuerzo, ignorando que todos los seres humanos somos Sísifo, que las virtudes inherentes a los grandes personajes de las mitologías son las mismas que inciden en nosotros, que el hombre mujer para llegar tiene que transformarse en héroe; “la ignorancia niega lo que desconoce”, dijo el poeta filósofo y metafísico, haciendo hincapié en la cerrazón de los hombres incapaces de entender los resortes ocultos de la vida, e insistiendo en su buena voluntad por mostrar los nuevos caminos del humanismo a los hombres perdidos en la confusión de la debacle por la supervivencia.


Luz en la noche

Somos gente de paso, viajamos embarcados en la maravillosa nave de la tierra, el Arca de Noé, olvidándonos de cruceros placenteros pues la vida es trabajo, tesón, garra, inteligencia, sensibilidad, sensualidad y fuerza. Somos gente de paso, reencarnación tras reencarnación, insistimos en nuestro proceso evolutivo, adquiriendo sabiduría mediante el noble ejercicio de la experimentación y teniendo de aliado al tiempo infinito. Somos gente de paso, cada uno de nuestros procesos evolutivos sólo son una etapa, una vez terminada pasamos a la siguiente; de paso vamos de etapa en etapa, de paso caminamos por cada etapa. 

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