Escrito en
Barcelona.
A Nuria Haya,
poeta y escritora.
Santa Mª del PI |
Anselmo, cosas y
hechos de mi vida XXII
No era sencillo prever, para aquel
niño nacido en un pueblicito de veintitantas casas y cuya vida se circunscribía
a un círculo de unas cien personas, que acabaría deambulando, pasados los años,
por las avenidas y bulevares de las grandes ciudades. Por su parte ni se le
ocurrió imaginarlo, si bien su inquieto espíritu le decía, de un modo u otro,
que la estancia en su lugar de nacimiento, dejado de la mano de los dioses,
sería breve; que en pocos años estaría caminando las calles embreadas de
Logroño, población que para su mente infantil, amiga de caminos de barro y
polvo espoleado por el cierzo, le parecía descomunal, gigantesca diríamos, lo
cual no debe extrañarnos dadas las dimensiones y diferencias en el modo de vida
entre uno y otro lugar. En poco tiempo se hizo a ella y en menos que canta un
gallo se apropió de por vida de la ciudad, si bien su corazón de guerrero
seguía aventando los vientos del campo, de la alta paramera; su fuego interno,
el de su espíritu combativo y fiel, le conducía de un espacio a otro con el
desparpajo propio de su sentido aventurero y en cuatro días tenía trazadas las
líneas maestras del plano de la ciudad de Logroño.
Plaza de S. Filipi Neri |
Aquellos ejercicios le
permitieron desarrollar su instinto de la orientación urbana de cara al futuro,
por experiencia aprendió que para moverse en el casco de una ciudad
desconocida, era necesario trazar las líneas maestras imprescindibles que le
permitirían caminar sin grandes preocupación por el entramado de sus calles, y
de este modo, casi sin percibirlo, se fueron sucediendo poblaciones tales como
Bilbao, Vitoria, Pamplona, etc. Cuando por fin llegó a Barcelona, en el año
1979, se vio obligado a ponerlo de nuevo en práctica, ahora más que nunca dadas
las dimensiones del entramado urbano. Para su comodidad se había establecido en
el mismo centro, Carrer Cervantes esquina Avinyó, y desde allí fue ampliando su
radio de acción hasta casi completar, lo suficiente para sus necesidades, el gran
plano del todo Barcelona -sabido es que de ninguna gran ciudad se puede conocer,
ni tan siquiera los taxistas, al completo el conjunto de su perímetro- que le
permitía moverse a sus anchas, satisfacer sus necesidades y alimentar su
curiosidad.
Plaza de Cataluña |
Allí realizó parte de su trayecto
vital impuesta por el destino inmisericorde, escribió poesía de lo más
variopinta, incluyendo el poemario “Eros Creador”, y también narrativa,
“Caballos de Hojalata”, relato que se sacó de su abultada manga de
prestidigitador, una noche caminando por Ramblas en compañía de su amiga Ana,
luego de haberse tomado sus respectivas absenta
en el Café Marsella. Según caminaban se lo contó a la muchacha, con la que
compartía estudio, y dos o tres días después decidió escribirlo. Fueron
numerosas las vivencias que su espíritu de fuego le empujó a experimentas: las
hubo de todos los colores, desde el blanco al negro; de todos los tipos, duras
y suaves, dulces y amargas, violentas y placenteras. No importaba ni el qué
eran ni el cómo llegaran, su fuerza de tauro mítico era la misma tierra que
había pisado de niño, el agua del arroyo, el aire del cierzo, el fuego del
hogar; quieras que no seguía adelante sin inmutarse, vivencia tras vivencia,
vaciando su mente de prejuicios ficticios y llenándola de experiencias
enriquecedoras y reales como la vida misma…
Mercado de la Boquería |
Ayer a la noche, fumando un
pitillo en el balcón del hotel, en el cual me hospedaba en Avdª Diagonal, de
improviso surgieron aquellas historias vivenciadas hace nada menos que treinta
y cinco años; atrás, casi olvidados, se habían quedado los nombres de personas
que fueron compañeras y compañeros de cervezas, gin menorquín, vinos, cubatas,
también de fumar cigarrillos y algunas otras cosas que mejor no nombrar, y
había también poemas y música y danza y pintura y escultura, y, por supuesto, cachondeo.
El grueso de la basca con la que yo solía moverse parábamos indefectiblemente
en la grandiosa Taberna “El Portalón”, Carrer Banys Nous, la antigua no la actual
y cuya restauración apruebo; allí dábamos rienda suelta a nuestras fantasías,
nos tirábamos nuestros faroles, bebíamos como cosacos y matábamos el hambre a
fuerza de bocatas de dudosa calidad. Pero era lo que había, el último rescoldo
de una bohemia extinta que se estaba matando a sí misma, pues dudo mucho que de
aquella pléyade de “intelectuales” hayamos sobrevivido ni la mitad.
Ventanal gótico |
De entre todos los personajes que
nos dábamos cita en la susodicha taberna, destacaba un pintor cuyo nombre no recuerdo,
el hombre, para su honra y la de sus colegas, era alcohólico. De unos cuarenta
años, tenía gracejo al hablar, era divertido escuchar sus largas peroratas; de
movimientos rápidos y tic nervioso, estatura más bien baja, cuerpo enjuto,
manos ososas y largas, el pelo moreno, cara fina, tez aceitunada, ojos negros y
profundos como la noche. Su mirada vivaz escudriñaba el rostro de su
interlocutor y cuando entendía que alguien iba de mal rollo le daba la espalda
y punto final; y no se equivocaba, por fas o por nefas el susodicho personaje
acababa montando algún lio. El hombre aceptaba de buen grado su condición de
ser, alcohólico, y entre sus comentarios preferidos estaba el siguiente: “aquí
hay mucho pintor, mucho escultor, mucho músico, mucho literato, mucho poeta,
pero todos de taberna, de mostrador, de vino y cerveza y canuto”.
Evanescencia reflejada. |
Fue el primero en largarse, ni se
despidió de la basca, no por mal educado, ¡no!, ¡nada de eso!; le gustaba hacer
el tonto con el balón en la calle cuando andaba muy tocado y un mal día un
coche se lo llevó por delante, como la calle es estrecha lo estampó contra la
pared. Yo me enteré al tiempo, bastante más tarde pues ya no vivía en
Barcelona, y en honor a la verdad tengo que decir que no me gustó, y menos
teniendo en cuenta que era ya el segundo amigo, que siendo más o menos la misma
genial versión, moría más o menos del mismo absurdo modo -todavía tiempo más
tarde volvería a suceder la misma historia con un tercero-. Malditos coches que
atropellan a mis geniales amigos alcohólicos.
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