viernes, 21 de noviembre de 2014

ANSELMO, COSAS Y HECHOS DE MI VIDA XXI


liberando formas

Anselmo, cosas y hechos de mi vida XXI

Crepitaban las llamas en la chimenea francesa, surgían de la madera del quercus o de la encina, indistintamente, dependiendo de que el suministrador tuviera de una o de otra cuando yo le hacía el pedido; cuanto más dura es la leña que arde mayor resplandor produce, por ello a mí me gusta más la de la encina que da una llama blanca, amarillenta en los bordes con briznas de rojos casi imperceptibles a la vista. Apenas si se distingue con la del roble, prueba de ello es que al principio no podía diferenciarlas, creyendo que era la misma llama, la misma intensidad, el mismo calor; pero no, no era así, entonces yo estaba ofuscado por la incertidumbre de lo que había de llegarme y no tenía nada claro que pudiera sobrevivir a aquella experiencia tan, digamos, inhumana. Las horas del tiempo se borraban de la mente aun sin pretenderlo, para dejar paso al juego de las llamas que ascendían en medio del vacío de la chimenea, que liberaban las formas contenidas en la madera esculpiendo cuerpos de mujeres desnudas, que inusitadamente se perseguían unas a otras en su ascenso hacia los cielos, donde por fin se liberarían de su cuerpo material.

Parecían emular al alma humana una vez se ha desprendido de su último cuerpo existencial, que permanece muerto a sus pies esperando a otras llamas que lo reduzcan a cenizas en el crematorio, ¡son tan limitados los cuerpos humanos, tan frágiles! Pero no todas las almas humanas ascienden hacia la casa paterna, facultad que está reservada a los hijos de los cielos, aquellos que en su momento dejaron la casa del padre para realizar su trabajo en la tierra, a fin de ayudar a los hombres que caminan apesadumbrados en busca de su gran espiritualidad. Los hijos de la ira y de la avaricia están excluidos, ellos mismos se auto excluyen de la gran espiritualidad por medio de su comportamiento egoísta y violento. No es lícito tner todo, no se puede atesorar la riqueza, ufanarse ante la sociedad de ello, acosar y perseguir a los débiles para robarles, lanzar y condenar al ostracismo al hambre, expulsarlo a las inclemencias de la intemperie, a vestirse andrajos, a la ignorancia sistematizada, y pretender que el gran dios de la vida haga la vista gorda en el momento de la muerte ante una estúpida confesión frente a un sacerdote. ¡Qué ridículos son ambos!, el primero por intentar que se le perdone su iniquidad y el segundo interpretando estúpidamente el papel de un dios al que desconoce. “Tus pecados te son perdonados”, asegura el sacerdote al tiempo que alarga la mano para recibir el óbolo de costumbre.

Las llamas en su juego de liberación continuaban ascendiendo por el interior del hogar, a medida que los leños iban ardiendo éstas bajaban de intensidad, al final quedaban los rescoldos que desprendían unas pequeñas llamas aciduladas y las cenizas se iban adueñando del suelo de la chimenea francesa. Situación que solía aprovechar para enterrar un par de patatas y dejar que se asaran, después me las comía en la cena rociándolas con aceite y echándoles un poquito de sal; ¡qué buenas me sabían!, sin embargo, no soy capaz de comer una sólo patata asada en ninguna feria por más que se empecine el sursuncorda. Pero aquel estar era muy diferente, el paso de las horas transcurría lento como procesión de caracoles, y la gente desaparecía hasta las nueve o las diez horas del siguiente día. Tenía pero no la ponía, no la aguanto, eso de que se metan en mi casa rompiendo la armonía de la que yo la doto, no la soporto, ¡hasta ahí podíamos llegar!, la televisión es el elemento más anti cultural nunca jamás inventado, ¡demencial!  

La música me salvaba, desde la seis de la tarde hasta la una o las dos de la madrugada, discurren la friolera de siete u ocho horas que yo llenaba, básicamente, trabajando mis escritos en el ordenador. Sobre la mesa de trabajo un disco extraíble con nada menos que unos veinte mil ficheros de música: jazz, jazz instrumental en todas sus vertientes, clásica, flamenco, boleros, música africana, hindú, china, iberoamericana, etc. -nada de rumbas, nada de canción española, nada de cosas zafias- constituían la base de mi discoteca personal. Número de ficheros que iba creciendo a medida que yo me hacía con nuevos títulos para ir engrosando la lista. Carmina Burana fue convirtiéndose poco a poco en la favorita para escuchar en aquel rincón perdido de Castilla, la obra adaptada por Carl Orff en 1937 de los manuscritos de los siglos XII y XIII, escritos en latín y que fueron encontrados en 1903 en la Abadía de Bura Sancti Benedecti, Baviera. Y en aquellas llegó mi enamoramiento por una obra tan valiente y atrevida, tan atípica a los parámetros de la ópera tradicional. Y no paré de buscar hasta que tuve la suerte de encontrar parte de la obra traducida al castellano, cuyos fragmentos incluí en mi libro ¡Oh Vino!, publicado en el 2009.



María Burana
Los Goliardos

Tanto por el Papa como por el rey
Todos beben sin límite.
La señora bebe, el señor bebe,
El soldado bebe, el clérigo bebe,
El hombre bebe, la mujer bebe,
El esclavo bebe, la esclava bebe,
El hombre activo bebe, el indolente bebe,
El hombre blanco bebe, el negro bebe,
El perseverante bebe, el vago bebe,
El ignorante bebe, el sabio bebe.
El hombre pobre bebe y el inválido bebe,
El desterrado bebe, y el desconocido bebe,
El muchacho bebe, el anciano bebe,
El presidente bebe, el decano bebe,
El hermano bebe, la hermana bebe,
El viejo bebe, la madre bebe,
Ésta bebe, aquél bebe,
Centenares beben, miles beben.
Seiscientas monedas son muy pocas
Para que alcancen, cuando desenfrenados
E incesantes, todos están bebiendo.
Déjenlos beber cuanto quieran,
La gente los inoportuna tanto
A pesar de ser tan pobres.
Dejen que se confundan los inoportunos
Y en justicia no figuren entre los probos.
...

No hay comentarios:

Publicar un comentario