Anselmo, cosas y
hechos de mi vida XIX
El desencadenante fue el ensayo
“Antonio Machado y Poesía China”, yo lo
tenía entre ceja y ceja y no podía obviarlo por más que intentara posponerlo,
habían transcurrido ocho años desde que tuve las primeras sensaciones; sucedió
durante una estancia anterior en Soria y en la que escribí el preciosista
relato “Página Visionaria de la Tierra de Alvargonzález”, perteneciente a mi
libro de relatos “Desde el Zoco”, sin publicar. Las vicisitudes que tuvieron
lugar en torno a la escritura del relato se explican pormenorizadamente en el
texto, por lo que aquí pasamos un tupido velo, pues ya se conocerán cuando se
publique en su momento.
Fue al regreso, mejor dicho
después del regreso, a la noche y bajo el firmamento de Martialay; yo había
trascendido aquella tarde y seguía bajo la influencia del éxtasis, no podía ni
deseaba finiquitarlo, desdibujarlo, anularlo, seguía habiendo una llamada
interior cuyo fuego me abrasaba y me puse a escribir el relato con una avidez
fuera de lo común, convulsivamente, a bocanadas de aire caliente que herían mis
pulmones. Palpitaba el corazón con fuerza, veloz como el rayo, intensamente, y
la mente no daba abasto ante el rugiente volcán de las palabras que se
agolpaban deseosas de fijarse en la cuartilla.
Y aquella noche se escribió el
relato y cuando terminé me dio por salir a la noche abierta, en busca del otro
silencio pues el de la casa me había cansado. Necesitaba la noche oscura, la
profundidad de la noche, el vértigo de la noche para poner coto al vértigo
vivenciado durante la tarde noche. Y, cómo no, salí, y allí estaba el gran
vacío de la noche esperándome; vino a mi encuentro o al menos así lo aprecié
yo, aunque supongo que siempre está ahí, colgado de la noche, si bien nosotros no
lo apreciamos porque no sabemos mirar con los ojos del corazón, demasiada
ansiedad mental nos impide contactar con los ritmos del corazón, gajes de
nuestra absurda cultura europea.
Y el vacío me llamaba, me llamaba
y me atraía hacia sí, y yo dejé hacer a su aire pues entendía que algo
importante acabaría comunicándome. Luego de más de una hora de pasear por los
campos, al pronto sentí que el vértigo se acrecentaba, se agigantaba hasta
convertirme en un minúsculo grano de arena;
¿quién soy yo?, me pregunté, ¡qué importancia tiene un minúsculo grano
de arena frente al espectáculo de la gran creación!, reflexioné en torno a mí
mismo. Las respuestas tardarían en darse, pero no vinieron solas ni porque sí,
y poco a poco mi concepción taoísta de la vida se fue resituando en mi
interior, y surgió la respuesta importante, la más necesaria a la búsqueda del
ser: “sólo soy una extensión más, de las
millones de trillones de extensiones que han surgido de la creación”. Principio
de la hermandad de la vida, el amor, dispuesta por el primer origen, La Unidad.
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| Bécquer |
Aunque ya lo era por convicción y lo había expresado con antelación en otros escritos, me confirmó la creencia de que yo no tengo raza, soy apátrida y carezco de religión, simplemente soy universal como la vida misma. Hoy soy blanco, mañana seré negro… Las vicisitudes que inciden en la persona sólo son temporales y duran lo que se prolonga su vida existencial; a la siguiente han cambiado y vuelven a ser temporales en conformidad con la nueva experiencia. Por medio de las generaciones, reencarnaciones, alcanzamos la sabiduría suprema y nos proyectamos a la infinitud, he ahí nuestra famosa inmortalidad, la que tanto desea alcanzar las personas religiosas pero siguiendo el camino errado; las más de las veces somos seres duales en mutación constante al encuentro de la quimera, mientras nos engañamos a nosotros mismos por medio de la ilusión, subjetiva, utópica, inexistente, y abandonamos el lenguaje del corazón en nombre de nuestra reafirmación mental. Grave error, la vida no es blanco o negro, existe miles de variantes que llamamos matices y que nos hacen pasar por el cedazo de los grises, desde los más claros has los más oscuros, aparte que existen grises azulados, grises verdosos, grises amarillentos, grises…
Y en aquella noche surgió la figura del poeta
A. Machado, del mismo modo que en otras ocasiones había aparecido las de G. A.
Bécquer y anteriormente la de Goethe. Tres personajes que habían creado escuela
y que se empecinaban en aparecer juntos al lado de mi humilde existencia. Allí,
en medio de los campos semi ocultos por el velo de la noche, sorpresivamente se
mostró pujante la obra machadiana asociada a la concepción taoísta de la vida: el
respeto obligado y la defensa de los elementos naturales, la armoniosa reorganización
de los campos merced a la mano de los hombres, la comunicación con los
humildes, el canto a la vida desde los sentimientos, etc… Y leyendo a los
poetas chinos encontramos miles de coincidencias con la obra machadiana, y yo
las había presentido y ahora me aprestaba a darle vida y coherencia en mi
dubitativo ensayo.
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| Goethe |



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