martes, 7 de octubre de 2014

LAGOS DE VINO (poemario)


NOTA: Os presento una selección de poemas del libro "Lagos de Vino", próximo a ser editado. Espero que disfrutéis con los poemas. Gracias, Anselmo.


... hombres de vino y rosas.


Apertura 
Fragmento

...
En derredor
de tu cintura
fijaré mis manos,
eternamente
permaneceré
anclado a tu cuerpo,
de láminas de plata.
Porque tú eres
la estrella de la noche,
la dulce fragancia
de las horas nocturnas,
la puerta invisible
por donde las hadas
se me aparecen,
para compartir,
en tu compañía,
el profundo sorbo

de vino añejo.

La tierra de mis amores
es aquella en la que crecen las cepas.



Primavera

No fue necesario que sonaran
las campanas, las cepas
despertaron en el murmullo
del mes de marzo,
al amanecer de un nuevo ciclo.
Ahora visten sus brazos
de verdes y surgen los primeros
brotes, hoja a hoja, sin prisas,
sin pausa el proceso vital;
armónicamente su traje verde,
de faralaes en gitana morena.

Ante la belleza de las vides
han enmudecido las campanas.
Verde que te quiero verde,
y el poeta medita en el acto
amoroso de la vida, extiende
su lámina blanca, de inocencia,
sobre la tierra cultivada, pluma
en mano. De faralaes el vestido
en gitana morena, bailando
por soleares al ritmo del viento,
que corre por esos campos de la tierra,

con el alma encendida.



Amistad

I

Llevamos un buen rato charlando
amigablemente, a lo largo de la tarde;
sobre la mesa tres copas de vino,
dos están medio llenas y la mía vacía,
es por el brindis de más que yo he
realizado en honor de mis amigos,
al tener la amabilidad de visitarme.




II

Esta noche estoy desorientado,
mi amigo del alma se ha
enfadado conmigo;
ha llegado a última hora
de la tarde y me ha llamado
la atención por mi vida disoluta.
Yo no se lo he permitido
y él se ha levantado airado.

Sobre la mesa su copa,
conteniendo el buen vino
que le he servido; más tarde
regaré el jardín con el caldo
y estallaré el cristal contra
el acantilado del enojo.
Yo sé que él volverá, pues
nuestro sentido de la amistad
es muy elevado, mas no deseo
que en esa copa de la contrariedad
nos sirvamos más vino. 


es oro del sol
oscurecido por el vino.



Olvido

Olvidé caminar
el día que entre
en la bodega.
En ella encontré
el sagrado templo
de mi peregrinación.




Penumbra

Tengo los ojos dilatados de soles,
cansados de luces de biblioteca.
Me agobia tanta “sopa de letras”,
cocinada renglón a renglón,
página tras página, alineada
en estantes vetustos.
En realidad añoro
la penumbra de la bodega,
la frescura del calado,
la conversación con el amigo,
el abrazo de la mujer.
Quiero dejarme de pamplinas
y cocinar mis poemas con vino.


Y aquí estoy, embriagándome,
sintiendo tu perfume a mi lado.


Ausencia

I
Un día se fue
en compañía del aire,
a sus requerimientos
yo le respondí que prefería
esperarla, y aquí
permanezco, solo,
con mi copa
de vino en la mano.




II
Me venía grande la casa
para mí solo, pero
no pude achicarla.
He reducido mi vida
a las dimensiones de la bodega;
aquí, en su ausencia,
me siento cómodo.


Soledad

Botella y copa
de vino, quietas,
sobre la mesa.

En la madrugada
el jardín se mantiene
en silencio, solitario,
nadie osa molestarme,
ni tan siquiera la hierba
que espera de mi compasión.
Tranquilo he dejado pasar las horas,
perdiendo la eternidad.
Cuando me levanto
doy tumbos al caminar,
y botella y copa
permanecen vacías;
y la hierba confía
en mi comprensión,
y yo camino sobre
la grava hacia mi cama,
para no herirla.


                                                                                               Soy hijo del viento,
                                                                                      y me visto con hojas de parra,
                                                                                                 todo por amor,
                                                                                        sólo por amor a la libertad.

Yo paso

Paso por la vida
haciendo el menor
ruido posible.
Mi copa y yo
somos uno,
o bien está
a mi lado,
a bien permanece
en mi mano.
Y yo medito, parado
en medio del camino
de mi existencia,
ya próxima a extinguirse;
pues poco me importa
la muerte si he trabajado
por la vida.
Mi copa y yo
somos uno,
simbiosis de un amor
incomprendido
para arrullar
el alma cansada.


Final

Alguien dijo que los hombres
somos tierra de paso,
donde crecen las cepas del alma,
donde escuchamos al amigo,
abiertamente,
con el sentimiento sobre la mesa,
con un vaso de vino en la mano…

Mi duende me susurra:
“déjalo ya, Anselmo, déjalo”.

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