NOTA: el hecho de encontrarme de viaje dificultan el alcance de ciertas cosas, como es el caso de conseguir en su momento estas dos fotografías, que son las que yo quería destinar al capítulo. ante la imposibilidad de darles un toque técnico puse la otra para salir del paso. Disculparme y gracias, Anselmo.
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| Los elementos para llegar a la sabiduría son muy sencillos y elementales, es cuestión de saber manejarse con ellos |
Yo he cometido miles de
errores en mi vida, supongo que por ello estoy acabando siendo un
sabio, pero no un sabio de ratón de biblioteca, ni tampoco un sabio
docto en una de esas materias complicadas, cuyo lenguaje y estructura
sólo es accesible a unos cuantos. Yo soy sabio de tanto
experimentar, de pasarme la vida en la calle al lado de las gentes
sencillas, de hablar plácidamente con el agua a la orilla del río,
de escuchar las exclamaciones de contento de mis plantas cada vez que
riego los tiestos, de embelesarme con el sonido del aire, del viento,
de la brisa con sus continuos cambios de nota musical, de percibir la
luz de la luna en la arena del camino cuando ando arrastrando los
pies por aquello de la ley del mínimo esfuerzo, y también su
resplandor en la charca de la dehesa y que me ciega los ojos. Yo soy
sabio de tanto leer el alma de los niños, de los jóvenes, de las
personas adultas, en fin, de la humanidad entera, porque no existe
mayor sabio que quien es capaz de leer sin equívocos el alma humana.
Yo sé que nací poeta,
no tengo dudas al respecto, grave error por cierto; la próxima
reencarnación naceré matemático, para que me permita crear un
nuevo sistema económico y acabar de una vez por todas con tantas
miserias. Porque nací poeta no tengo necesidad de andarme con la
ridícula pretensión de que empecé a escribir mis primeros poemas
cuando tenía once, doce, trece o catorce años; lo primero que
pienso cuando alguien me salta ese rollo infumable es que ese alguien
no es poeta, será todo lo escribidor de versos que le dé la gana,
pero desde luego no es poeta. Sí recuerdo que cuando estábamos en
quinto de bachiller me venían algunos compañeros de curso para que
les corrigiera sus poemas, para que les orientara, y yo les ayudaba
pero les soltaba el rollo de que yo no era poeta, que yo no escribía
poesía y no me hacían caso y continuaban acosándome con sus
creaciones. Pasado el curso, conseguí convencerles y me dejaron en
paz. Para entonces yo había destruido toda mi producción poética,
incluida una obra para guiñol, que la pobre era más ingenua que las
castañas asadas. Yo tenía el ferviente convencimiento de que no
quería ser poeta, y a punto estuve de conseguirlo, hasta que se me
revolucionó mi ser interior y allí enterré para siempre mi deseo
de no ser poeta.
Desde niño me viene la
historia de caminar arrastrando los pies, me echaban broncas porque
desgasta en demasía las suelas de las alpargatas y tenían que
durarme, no estaba la economía como para andar comprando calzado
cada dos por tres. Pero yo, erre que erre, seguía a lo mío a la vez
que me llevaba las manitas a los bolsillos del pantalón; ni idea
tengo de los cientos de kilómetros que habré realizado en esa
actitud a lo largo de mi vida, pero era, es y será mi manía y mi
forma de caminar cuando la mente enfebrecida divaga por esos senderos
del cielo. El ser Anselmo recogido sobre sí mismo, ahorrando energía
al caminar y derrochándola a raudales por mor de su imaginación y
la febril actividad de sus pensamientos. Poco a poco me fui creando
una poderosa estructura mental, para mejor expresar mis pensamientos
y darle forma y ritmo a mi poesía; a medida que la desarrollaba me
distanciaba del común de la gente y según me distanciaba más pobre
la encontraba, al final se creó un muro que ni ellos ni yo podemos
saltar. De la altura del muro me di cuenta cuando escribí, publiqué
y le di nombre a mi poemario Exit; algunos de estos datos bien que
los hizo notar mi buen amigo Javier Hernández, en sus apreciaciones
sobre mi persona en el prólogo del poemario, “por la calle del
medio, por la calle del medio”. ¡Puñetero!
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| así de elemental es mi conocimiento, pero me ha permitido llegar |
Alguien me dijo, hace ya
bastantes años, la siguiente frase, iba dirigida hacia mi persona:
“niño inquieto, hombre serio”; fue mi primo Andrés, el primo
mayor de todos e hijo de mi tía Alejandra, la hermana mayor de mi
madre. Vino a cuento a tenor de unas reflexiones que yo le hice ver
durante una conversación que mantuvimos, al parecer le llegaron
hondo y el hombre, cuya diferencia de edad conmigo ronda al menos los
quince años, se quedó impactado. La verdad que yo sí fui niño
travieso, inquieto, movible como los reguilotes, siempre me andaba
dando vueltas, girando de un lugar para otro, parecía que me habían
puesto petardos en el trasero y hormigas rojas en los pies. Pero yo
tenía la mirada de poeta, la compostura de poeta, la mente de poeta
y mi alma se mecía libre al viento metafísico de la poesía. Mi ser
inquieto no era sino la expresión del sentido de la movilidad de mi
alma, mi atracción hacia el movimiento no era sino la
materialización de la exquisita vibración de mi espíritu ante la
manifestación de la vida, donde se fusionan vibración y fuego y
que hacen de mi persona ese ser tan distante de las gentes comunes y
tan entrañable con los seres humanos hijos de los cielos.


Menos mal que me ha dao por bichear por aquí, porque este episodio me lo he perdido en FB...y no me lo hubiese perdonao, porque me ha emocionado mucho...te has desnudado...lo has escrito de forma muy bonita...El primer párrafo es muy bello y profundo..."...Yo soy sabio de tanto leer el alma de los niños, de los jóvenes, de las personas adultas, en fin, de la humanidad entera, porque no existe mayor sabio que quien es capaz de leer sin equívocos el alma humana..."...Gracias de nuevo por compartir algo tan tuyo, y tan íntimo...Un beso...:)
ResponderEliminarMi querida Carmen, como de costumbre me emocionas.No sé si son tus palabras a la forma de expresarlas o un poquito de las dos cosas, el caso es que siempre aparece el duende contigo; ese maravilloso duende que hace diferentes a las personas del común de las gentes. Mi abrazo que no te falte.
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