lunes, 9 de junio de 2014

ANSELMO, COSAS Y HECHOS DE MI VIDA XI

NOTA: el hecho de encontrarme de viaje dificultan el alcance de ciertas cosas, como es el caso de conseguir en su momento estas dos fotografías, que son las que yo quería destinar al capítulo. ante la imposibilidad de darles un toque técnico puse la otra para salir del paso. Disculparme y gracias, Anselmo.

Los elementos para llegar a la sabiduría son muy sencillos
y elementales, es cuestión de saber manejarse con ellos

Anselmo, cosas y hechos de mi vida XI

Yo he cometido miles de errores en mi vida, supongo que por ello estoy acabando siendo un sabio, pero no un sabio de ratón de biblioteca, ni tampoco un sabio docto en una de esas materias complicadas, cuyo lenguaje y estructura sólo es accesible a unos cuantos. Yo soy sabio de tanto experimentar, de pasarme la vida en la calle al lado de las gentes sencillas, de hablar plácidamente con el agua a la orilla del río, de escuchar las exclamaciones de contento de mis plantas cada vez que riego los tiestos, de embelesarme con el sonido del aire, del viento, de la brisa con sus continuos cambios de nota musical, de percibir la luz de la luna en la arena del camino cuando ando arrastrando los pies por aquello de la ley del mínimo esfuerzo, y también su resplandor en la charca de la dehesa y que me ciega los ojos. Yo soy sabio de tanto leer el alma de los niños, de los jóvenes, de las personas adultas, en fin, de la humanidad entera, porque no existe mayor sabio que quien es capaz de leer sin equívocos el alma humana.

Yo sé que nací poeta, no tengo dudas al respecto, grave error por cierto; la próxima reencarnación naceré matemático, para que me permita crear un nuevo sistema económico y acabar de una vez por todas con tantas miserias. Porque nací poeta no tengo necesidad de andarme con la ridícula pretensión de que empecé a escribir mis primeros poemas cuando tenía once, doce, trece o catorce años; lo primero que pienso cuando alguien me salta ese rollo infumable es que ese alguien no es poeta, será todo lo escribidor de versos que le dé la gana, pero desde luego no es poeta. Sí recuerdo que cuando estábamos en quinto de bachiller me venían algunos compañeros de curso para que les corrigiera sus poemas, para que les orientara, y yo les ayudaba pero les soltaba el rollo de que yo no era poeta, que yo no escribía poesía y no me hacían caso y continuaban acosándome con sus creaciones. Pasado el curso, conseguí convencerles y me dejaron en paz. Para entonces yo había destruido toda mi producción poética, incluida una obra para guiñol, que la pobre era más ingenua que las castañas asadas. Yo tenía el ferviente convencimiento de que no quería ser poeta, y a punto estuve de conseguirlo, hasta que se me revolucionó mi ser interior y allí enterré para siempre mi deseo de no ser poeta.

Desde niño me viene la historia de caminar arrastrando los pies, me echaban broncas porque desgasta en demasía las suelas de las alpargatas y tenían que durarme, no estaba la economía como para andar comprando calzado cada dos por tres. Pero yo, erre que erre, seguía a lo mío a la vez que me llevaba las manitas a los bolsillos del pantalón; ni idea tengo de los cientos de kilómetros que habré realizado en esa actitud a lo largo de mi vida, pero era, es y será mi manía y mi forma de caminar cuando la mente enfebrecida divaga por esos senderos del cielo. El ser Anselmo recogido sobre sí mismo, ahorrando energía al caminar y derrochándola a raudales por mor de su imaginación y la febril actividad de sus pensamientos. Poco a poco me fui creando una poderosa estructura mental, para mejor expresar mis pensamientos y darle forma y ritmo a mi poesía; a medida que la desarrollaba me distanciaba del común de la gente y según me distanciaba más pobre la encontraba, al final se creó un muro que ni ellos ni yo podemos saltar. De la altura del muro me di cuenta cuando escribí, publiqué y le di nombre a mi poemario Exit; algunos de estos datos bien que los hizo notar mi buen amigo Javier Hernández, en sus apreciaciones sobre mi persona en el prólogo del poemario, “por la calle del medio, por la calle del medio”. ¡Puñetero!

así de elemental es mi
conocimiento, pero
me ha permitido llegar
Alguien me dijo, hace ya bastantes años, la siguiente frase, iba dirigida hacia mi persona: “niño inquieto, hombre serio”; fue mi primo Andrés, el primo mayor de todos e hijo de mi tía Alejandra, la hermana mayor de mi madre. Vino a cuento a tenor de unas reflexiones que yo le hice ver durante una conversación que mantuvimos, al parecer le llegaron hondo y el hombre, cuya diferencia de edad conmigo ronda al menos los quince años, se quedó impactado. La verdad que yo sí fui niño travieso, inquieto, movible como los reguilotes, siempre me andaba dando vueltas, girando de un lugar para otro, parecía que me habían puesto petardos en el trasero y hormigas rojas en los pies. Pero yo tenía la mirada de poeta, la compostura de poeta, la mente de poeta y mi alma se mecía libre al viento metafísico de la poesía. Mi ser inquieto no era sino la expresión del sentido de la movilidad de mi alma, mi atracción hacia el movimiento no era sino la materialización de la exquisita vibración de mi espíritu ante la manifestación de la vida, donde se fusionan vibración y fuego y que hacen de mi persona ese ser tan distante de las gentes comunes y tan entrañable con los seres humanos hijos de los cielos.


2 comentarios:

  1. Menos mal que me ha dao por bichear por aquí, porque este episodio me lo he perdido en FB...y no me lo hubiese perdonao, porque me ha emocionado mucho...te has desnudado...lo has escrito de forma muy bonita...El primer párrafo es muy bello y profundo..."...Yo soy sabio de tanto leer el alma de los niños, de los jóvenes, de las personas adultas, en fin, de la humanidad entera, porque no existe mayor sabio que quien es capaz de leer sin equívocos el alma humana..."...Gracias de nuevo por compartir algo tan tuyo, y tan íntimo...Un beso...:)

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    1. Mi querida Carmen, como de costumbre me emocionas.No sé si son tus palabras a la forma de expresarlas o un poquito de las dos cosas, el caso es que siempre aparece el duende contigo; ese maravilloso duende que hace diferentes a las personas del común de las gentes. Mi abrazo que no te falte.

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