jueves, 27 de marzo de 2014

CANTO FILIAL A LA MAR DE MI MADRE DOLORES MAYA

Porque mi madre hizo esto mismo conmigo, yo se lo agradecí, muchos tiempo después, con este mi canto. A  todo ser humano cuya condición es la de ser mujer. Anselmo.








CANTO FILIAL
A  LA  MAR
DE  MI  MADRE
DOLORES
 MAIA


Quiero hacerte este mi canto madre,
desde el recuerdo de los hielos
en los inviernos de mi infancia soriana;
desde la omisión de la noche de los cuchillos
perseguidora de lo humano hasta
incrustarlo en miserias y conspiraciones;
para ignorar a la cohorte de orates que agitan
estandartes en pos de un mundo de perversión,
que sólo pretende confundir a los hombres.

Necesito hacerte este mi canto madre
desde el fondo de mi alma, que serena
aplaca las iras desencadenadas con furor
por la marabunta de hombres sedientos
de venganza y ejecuciones sumariales;
desde la hiedra que se encarama
a los muros, extiende su mirada
verde más allá de los ojos enfermos
y repara con mimo la vida dañada
por la cerrazón de los egos de la ignorancia.


Deseo hacerte este mi canto madre,
para deletrearte al oído el a,b,c del amor
y permitir que tus labios embeban
los suspiros de mi corazón lastimado
por violento trato; para adornar tus pechos
con las flores del loto de las orillas del Nilo,
recolectadas por mis manos en tu jardín de la vida;
para lavar mis pies, dolidos en la caminata,
con aguas nacidas en los riscos de la montaña
que humildes reflejan el disco solar de tu aura.

Voy hacerte este mi canto madre,
alimentando mi ser en los senos de tu espíritu
que liberan en el mar la leche del amamanto,
y en el dobladillo de mi alma alojaré
los momentos de tus arrullos, caricias y besos
que son el aliento de mis suspiros;
desde la espuma de las olas aupadas
en las brisas que surcan tus mares
y portan la barca de la gran ilusión,

 Quiero hacerte este mi canto madre
recostado en los prados en sombras,
al amparo de las hojas de los olmos
que rielan al viento en tu quieta arboleda;
siguiendo los caminos de las constelaciones,
redibujados noche tras noche en los cielos
esclarecidos por la senda de la Vía Láctea
y la luna “in crescendo” en cuarto creciente;
adormecido en tu regazo al calor
de tus brazos y las llamas del hogar,
que tenues crepitarán al ritmo de tu
respiración y mi respiración entrecortadas. 

Necesito hacerte este mi canto madre,
para aplaudir a la rosa de terciopelo
que en las mañanas despierta apetitos
de color y polen en las abejas de tu colmena;
para vitorear a la aurora que nos trae el día
y cubre el espacio celeste de arcos añiles
donde se recorta el vuelo de las gaviotas;
para saludar al océano que se abraza
en el horizonte con el cielo infinito
y cierra la bóveda en la armonía creacional.

Deseo hacerte este mi canto madre,
ofreciéndote en mis palmas la ribera
del Nilo que un día nos acogió a los dos,
y así entonar la canción de tu paso y pasar
por la vida como “madre-tierra”, en cuyo
surco fui germinado en la octava cosecha;
para decirte que la muerte es compañera,
ella te acogerá y te situará en el lugar
que por derecho evolutivo te corresponde.


Voy hacerte este mi canto madre
diseñando el futuro con fino trazo;
espero, en mi nuevo ser, que mi renacimiento
se convierta en el cúmulo de las ilusiones,
reencontradas, luego del gran viaje.
Para emular las virtudes de los patriarcas,
que tomando la fuerza del tauro mítico
fecundaron la tierra, los mares y los océanos,
y aportaron la sabiduría a los seres humanos.
En mi trabajo plagiaré la obra divina
a la espera de los hombre mansos,
que han de llegar a través de las aguas
desde la remota casa de mi padre.


Te hago a ti, Maia, este mi canto madre,
desde los caminos de la tierra
para recoger las huellas que tu caminar
ha impreso, en ellas consolaré
mi ser existencial luego de la caminata.
Desde los intangibles senderos de la mar,
que tú y miles de seres humanos
habéis dejado marcados indeleblemente.
Para recordar las palmas de tus manos,
ennegrecidas por el sol, y la mirada de
tus iris carbón y azabache en ofrenda
y tributo a las vírgenes negras del Nilo.


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