domingo, 9 de febrero de 2014

ANTONIO MACHADO (75 años de un óbito)

Nota a los lectores.- Iniciamos la serie para homenajear al gran poeta de Campos de Castilla en el 75 aniversario de su muerte, sucedida a la orilla del mar, justo en los momentos más dolorosos de su existencia, pues hubo de exiliarse al sur de Francia ante el avance de las tropas sublevadas contra la república. Agotado física y anímicamente, A. Machado llegó a Collioure para dejarse morir en el modesto Hotel Bougnol-Quintana, el 22 de febrero de 1939. Digo, dejarse morir, porque es posible que su libertad no le permitiera sobrevivir en la amarga derrota de la república, también la de sus ideales humanos, y menos en el exilio. bien pudo decirse: "si no se puede vivir en libertad y de pie, mejor morir en silencio", dando por finiquitada su vida en la tierra. 



A. Machado en la época de su estancia en Barcelona

Guerra y muerte I

Que toda guerra conduce a la muerte de la sociedad y de los valores humanos que previamente han sido trastocados para justificarla, es una realidad que estamos cansados de constatar. También sabemos, por experiencia histórica, que en ellas tienden a morir las gentes más indefensas y débiles, ya sea por razones de edad, por enfermedad, por debilitamiento del sistema defensivo individual o simplemente por incapacidad económica para ponerse a salvo ante la agresión y la violencia. Por el contrario, quienes la han organizado, los violentos, fuertes y poderosos, ponen en funcionamiento todos sus esquemas de supervivencia y de defensa creando refugios aislados a los que sólo ellos y los miembros de sus familias pueden acceder. Mientras destruyen la vida a su alrededor, ellos la preservan refugiándose en "islas" que tienden a permanecer al margen del conflicto o al menos de la acción directa.

La Guerra Civil española no fue una excepción, y en ella perecieron miles de víctimas que se vieron sorprendidas por la violencia ejercida desde la irracionalidad de los militares, de los políticos y, por supuesto, también de los religiosos. Qué la guerra es una imposición de unos cuantos, que les interesa negar el diálogo y el entendimiento entre los hombres y mujeres, para arrasar los cimientos humanos e imponer sus intereses ideológicos, económicos y de dominio social, es incuestionable. La guerra, como tal, es una creación artificial del hombre, que se utiliza para preservar, precisamente, la hegemonía de las castas dominantes generación tras generación.

Dentro del conjunto de las miles de víctimas de la Guerra Civil, existe el llamado colectivo de los intelectuales, que fue perseguido, acosado, diezmado y obligado al exilio como único medio de supervivencia que se les permitió, y no porque el poder hegemónico estuviera dispuesto a mantenerlos con vida, baste al respecto el ejemplo de Miguel Hernández, sino porque éstos huyeron antes de que pudieran ser hechos prisioneros y represaliados. De la Ceca a la Meca, anduvieron todos ellos buscando el milagro de ponerse a salvo, y, claro está, el poeta A. Machado no podía ser la excepción, entre otras porque no las hubo, con lo cual nuestro hombre tuvo que andar exiliándose de Madrid a Valencia, de allí a Barcelona y de ésta última ciudad a Collioure, Hotel Quintana y fin de viaje.

En este trabajo, precisamente, queremos reflejar la vida de Antonio en el tiempo vivido en Valencia, Barcelona y Francia. La agonía de la segunda república fue propiciando la agonía del hombre, tanto psíquica como físicamente; a medida que la república perdía terreno el poeta tenía que desplazarse a otro lugar más seguro, a medida que la república se ahogaba él iba feneciendo. Repasaremos sus últimos avatares soportados en la resistencia agónica, sus poemas de la guerra de los que, contadas excepciones, no aplaudo casi ninguno pues mantengo con firmeza que la poesía política no es poesía; sin embargo, no podemos substraernos a los terribles momentos vividos por Machado, en consecuencia entiendo que en situación de extrema tensión, de supervivencia al límite, el gran poeta A. Machado claudicara.

Porque el hombre siempre es el hombre, en todo momento de su vida A. Machado demostró ser el hombre, aun y cuando en su entorno se produjeran momentos de confusión, atropello y ataques a su forma de ver la vida y al modo de conformarse su propio modus vivendi. Su capacidad para el amor, 1935, condujo al error a Pilar de Valderrama, infame poetisa de la época, quien se jactaba de ser amiga del poeta y usaba la influencia de A. Machado con la pretensión de hacerse un sitio en el mundo de la poesía, lo cual, es evidente, no consiguió dada la nula calidad de sus poemas. Pero Pilar de Valderrama en colaboración con la escritora Concha Espina, sí logró, a la muerte del poeta, confundir a la crítica adjudicándose el personaje poético “Guiomar”, y al que nuestro poeta dedicó una serie de poemas.

Fue en 1950 cuando Concha Espina convulsiona el mundo literario español, con la publicación de su libro “De Antonio Machado a su Gran y Secreto Amor”, en el que publica una serie de cartas amorosas del poeta a una mujer desconocida y que la novelista identifica como Guiomar. Con la aparición del libro el mundillo literario español ya tenía su punto de debate, bien unos posicionados a favor o bien otros en contra, el interrogante se mantendrá durante la friolera de más de 30 años. En el año 82, la poetisa Pilar de Valderrama desvela, en publicación póstuma de sus memorias, que ella es Guiomar, secreto conocido a voces por el entramado literario de Madrid. La farsa se mantiene hasta que el hispanista Giancarlo Depretis consigue acceder a la correspondencia manuscrita de la poetisa depositada en la biblioteca Nacional. Depretis desmonta la manipulación de Pilar de Valderrama al publicar las cartas de Antonio Machado con estricta fidelidad, remitiendo las cartas a Pilar de Valderrama obviando a Guiomar.




Soria, 1932. Homenaje de la ciudad al poeta celebrado en la explanada de S. Saturio






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