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| 1937 Valencia |
Guerra y Muerte II
En el otoño de 1936 las tropas rebeldes llegan a Madrid y se instalan en
la Casa de Campo, el gobierno de la república, presidido por Largo Caballero,
siente pánico ante la proximidad del enemigo y decide trasladar el gobierno a
Valencia con el propósito de que siga siendo operativo, puesto que si cayera
Madrid también caería el gobierno y la guerra estaría perdida. Igualmente se
decide salvar a todos los intelectuales y artistas que vivían refugiados en la
capital, ya que una de las preocupaciones de los republicanos era preservar el
patrimonio cultural español, ya sea artístico, científico o literario y en
consecuencia la vida de quienes lo hacían posible: entre los que se encuentran Pío
del Río Hortega, Antonio Machado, Enrique Molens, y un sin número de personajes
cuya lista sería interminable. Pero A. Machado, que es visitado por R. Alberti
y León Felipe para informarle de la situación, se resiste a abandonar la
capital, sería necesaria una segunda visita para que nuestro poeta decidiera
aceptar el traslado. En el banquete de despedida celebrado en Madrid, fue Antonio
Machado el encargo de dar las gracias, en nombre del grupo, a los gobernantes
republicanos. “Yo no me hubiera marchado,
estoy viejo y enfermo; pero quería luchar a vuestro lado. Quería terminar mi
vida, que he llevado dignamente, muriendo con dignidad. Y esto sólo podía
conseguirlo cayendo a vuestro lado, luchando por una causa justa como vosotros
hacéis”
La caravana parte de la capital hacia Valencia tres días más tarde, iban
los evacuados y sus familiares en dos autobuses escoltados por un grupo de
milicianos y cuatro tanques. Pero no es un viaje que vaya a ser cómodo para A.
Machado y su familia, por la tarde llegan a Tarancón sin incidentes pero tienen
que dormir en colchones en el suelo; al día siguiente continuaron viaje, el
coche en el que viajaban Machado y su familia se averió y se vieron obligados a
permanecer horas y horas a la espera de que alguien les traslada a Valencia. Por
fin llegan al final del viaje y son alojados en la ciudad; la degradación
física de Machado es ostensible, los sinsabores propios del viaje unidos al mal
moral al presentir que la guerra acabaría siendo perdida por la república minan
su salud. A. Machado está enfermo y sin fuerzas, con buen criterio deciden
acomodarlo, junto con su familia, en un chalet en Rocafort, distante a unos 20
kilómetros de la ciudad. Allí permanecerá hasta su evacuación a Barcelona.
En diciembre el ministro de Instrucción Pública inaugura una tribuna, ubicada
en el centro de Valencia, que servirá como espacio de propaganda de la
república. Abre el acto la orquesta interpretando el Himno de Riego y seguido
León Felipe lee su poema dedicado a la defensa de Madrid: “Madrid no acaba en el páramo / de la meseta. / Madrid no acaba en el
yermo / de Castilla la ultrajada...” cuando termina su lectura A. Machado
sube a la tribuna macilento, realiza un gran esfuerzo pues anda muy torpe de
movimientos, lee la elegía “El Crimen fue en Granada”, dedicada al asesinato de
García Lorca, “…Mataron a Federico / cuando la luz asomaba. / El pelotón de
verdugos / no osó mirarle la cara.” De la presencia del poeta en este acto es
interesante destacar los comentarios de José Bergamín: “Yo he visto subir al poeta, un claro mediodía, a un tingladillo
levantado en medio de la plaza más grande de Valencia… Y quienes escuchábamos
aquella voz que tantas veces habíamos escuchado al cobijo de su intimidad
solitaria, le veíamos por primera vez, dibujando en el aire su contorno con
precisión exacta, con veracidad justa…”
Aún a pesar de la situación de resistencia que se vive en Madrid, la
actividad cultural del país sigue estando presente. En enero de 1937 aparece,
con carácter mensual, la revista “Hora de España”, que inicia su andadura con
decisión y fuerza. José Bergamín, A. Machado, León Felipe, Rafael Alberti, José
F. Montesinos, Rodolfo Halfther, María Zambrano, Octavio Paz, Miguel Hernández
y un sin número de gente de la cultura se sumarán al proyecto y lo harán
viable, contando con el exquisito saber del magnífico impresor Manuel
Altolaguirre, también poeta, y las ilustraciones de Ramón Gaya y otros. Antonio
Machado colabora en todos los números, pues la revista adoptó la costumbre de
cederle el primer lugar a nuestro poeta, donde prosiguió la publición Juan de
Mairena; aun estando enfermo Machado se multiplica para llegar a otras
colaboraciones, ya sean de revistas, o bien asistiendo como orador a los diversos
actos culturales programados.
No podrá coger el fusil pero utiliza la pluma como espada blandida al
viento, el poeta se reviste de guerrero y durante el tiempo de la contienda
batallará incansable contra el caballo loco del fascismo. No tiene prisa en
morir, si bien sabe que él no sobrevivirá a la derrota de la república, detalle
que tampoco le preocupa, pues ya nos dijo en Madrid que moriría en dignidad. Viejo
y enfermo se multiplica en su esfuerzo y poco a poco va decayendo a medida que
los pétalos de la hermosa margarita de su vida se van secando, se van
desprendiendo y cayendo marchitos al suelo. Pero la simbiosis entre el poeta y
el guerrero continúa alimentando su espíritu indómito a la usanza de los
antiguos samurráis; a pesar de la falta de fuerza nos mostrará su valentía con
la espada, su valor en los momentos de empuñar la pluma.
A modo de homenaje permitirme estos humildes versos salidos de mi pluma; poema “Soria
Soledad Sudor Lágrimas”, perteneciente al poemario “De El Alto Duero”: Ciudad Soria ciudad Soria, nadie a
loarte se levanta / sino los poetas con sus plumas y cuartillas de nácar. / Camine
el hombre sus pasos por la muralla devastada. / ¡En pie guerreros del viento!,
¡el despertar será al alba!, / ¡tomad la ciudad entera!, ¡elevadla si cabe más
alta, / qué ni estrellas ni luceros en los cielos se espantan! Anselmo.
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| Con la familia 1936 |


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