miércoles, 19 de febrero de 2014

ANTONIO MACHADO (75 años de un óbito) III


Segundo congreso de escritores antifascistas, Valencia 1937.

Guerra y muerte III


Debido al dolor que le produce la guerra, el exceso de trabajo que le sobreviene por su encomiable actitud de escritor comprometido y defensor de la república con la espada de su pluma, sumados al dolor de la traición de su hermano Manuel, que se dedica a escribir poemas que ensalzan a los rebeldes y que en aquellos momentos se había convertido en el principal panegirista del General Franco, para hacerse el favor de salvar el cuello; Antonio Machado envejece con rapidez y se debilita profundamente. Son varios los testigos que nos hablan de la decrepitud del poeta, que presenta con un aspecto en verdad desaliñado; torpe y de movimientos lentos, arrastrando los pies y actitudes de recogimiento interior con tendencia a exiliarse del centro de la conversación, aun cuando ésta fuera animada.

El cuatro de Julio de este mismo año se inaugura en Valencia del II Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura.  Intervienen: Dinamarca, Anderson Nexo; la URSS, M. Kolsov y A. Tolstoi; Francia, A. Malraux y J. Blenda; Alemania, Ludwing Reen; España, A. Machado y José Bergamín, etc.  Los días del cinco al nueve se trasladan a Madrid y reinician las sesiones en Valencia el día diez. El discurso de A. Machado cierra las sesiones del día y de hecho de la primera parte del congreso; en su disertación recoge apuntes de comentarios anteriores sobre la noción de “pueblo”, oponiéndose, de un modo radical, al concepto clasista y vituperante del “hombre masa” orteguiano. Con respecto a este tema comentará; “el pueblo se compone de individuos, cada uno con sus peculiaridades, sus necesidades y sus derechos. A las masas no las salvan nadie, en cambio, siempre se podrá disparar sobre ellas. Ojo. Sí os dirigís a las masas, el hombre, el cada hombre que os escuche no se sentirá aludido y necesariamente os dará la espalda. He aquí la malicia que lleva implícita la falsedad de un tópico que nosotros, demófilos incorregibles y enemigos de todo señoritismo cultural, no emplearemos de buen grado, por un respeto y un amor al pueblo que nuestros adversarios no sentirán jamás”.

El discurso fue publicado pocos días más tarde en el periódico La Vanguardia de Barcelona. Que sirvió de inicio en la relación del poeta con el citado medio y que había de perdurar hasta el final de la guerra. Terminado el congreso, Machado retorna la mirada a su entorno, se siente enfermo y declara públicamente: “Estoy bastante enfermo, sometido a un estrecho régimen y casi imposibilitado de moverme. Como sospecho que me queda ya poco tiempo para mi obra, desearía poder consagrarme a ella”. Es importante admirar la doble actitud del poeta, por un lado su lucha republicana, su guerra, le llamaremos con más propiedad, a favor de la libertad y la cultura, y, de otro, su preocupación literaria, finalizar la obra cuando la muerte empieza a asomar por el horizonte. Insisto en esta doble capacidad del poeta puesto que me parece importante para conocer su calidad humana; lo prueba el resultado de su discurso en el congreso pues caló hondo, días más tarde es respaldado en una comunicación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, firmada por María Teresa León, Rosario del Olmo, Rafael Alberti, Arturo Serrano Plaja, entre otros.

La que desde luego sí se resiente es su poesía, los poemas de la guerra denotan  una tendencia a la reiteración de lo que fueron sus grandes logros poéticos, que ahora tiende a mezclar con ciertas dosis de poesía política que provoca la consiguiente pérdida del momento poético. A. Machado es ducho en la materia y sabe esconder los defectos, pero es inevitable que emerjan puesto que jamás la poesía política es poesía; las circunstancias se imponen y el hombre se deja arrastrar por la dura situación que vive, es inevitable. El poeta de Sevilla es un poeta del amor, a pesar de la guerra sigue siendo un poeta del amor y en su capacidad de expresar el amor, en los poemas de la guerra, se reivindica y se salva como poeta, y ello es con independencia de su capacidad combativa y de sus postulados ideológicos.


Valencia, amanecer


CCXXXVII
La Muerte del Niño Herido

   Otra vez es la noche… Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. –Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
   -Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
la madre junto al lecho -¡Oh flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego:
   Fuera la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
    -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
-¡Oh fría, fría, fría, fría, fría!

Soneto dedicado al niño que muere herido por las bombas tiradas por la aviación. Vemos como en el final del primer terceto se fuerza de un modo desaforado, para meter la palabra “maldita”, el avión bombardero; a partir de ahí, el segundo terceto es todo forzado, en especial segundo y tercer verso. De los cuartetos el segundo es bueno, muy bueno, y el primero también 
aunque carece de la calidad expresiva del segundo.


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