viernes, 12 de abril de 2013

LA ESPIRITUALIDAD EN A. MACHADO V (el amor)



El Poeta A. Machado

La espiritualidad en A. Machado V (el amor)

La fuerza telúrica de la tierra del entorno de Soria provocaron en el poeta una profunda conmoción, sólo equiparable a la recibida ante el encuentro con el amor de Leonor, de hecho ambos le acompañarían de por vida hasta su muerte en el exilio. Conozcamos las palabras del poeta, Sic.: “Si la felicidad es algo posible y real –lo que a veces pienso- yo lo identificaría mentalmente con los años de mi vida en So­ria, y con el amor de mi mujer cuyo recuerdo constituye el fondo más sólido de mi espíritu”. Y el poeta encuentra, nueva tierra, nuevo amor y nueva luz en su “destierro” de profe­sor de lengua francesa; ambivalencia del ser, extraditado, enseñando a los habitantes de la ciudad que le acoge una lengua extranjera, y lo que es más importante, enseñándoles a sentir amor hacia su tierra a través de sus versos. Si nosotros fuéramos capaces de considerar que la felicidad sentida es el reflejo de la capacidad amorosa del ser, veríamos cómo en la frase machadiana se suma, al amor hacia su mujer, el amor a un lugar, a un espacio vital que temporalmente constituyó su entorno inmediato.

Y son, precisamente, esas hermosas palabras, las que nos llevan a comprender la plenitud en los sentimientos del poeta en su estancia en Soria. Porque para él existe armonía en el entorno geográfico, que se suma a la armonía de la prodigiosa luz de la alta meseta soriana, a la armonía de su trabajo y finalmente a la armonía en su relación amorosa con Leonor, y todas esas armonías externas se conjugan con su armonía interior, la de su amoroso espíritu. Y es el conjunto de todas esas armonías quien lleva al poeta por el camino de la plenitud, que la siente desde su ser interior y no puede por menos que reflejarlas en su escrito. El poeta viene a decirnos: “yo percibo el amor que fluye desde el entorno en el que vivo y le canto a mi manera, con amor”.  Todos los poemas dedicados a Soria rezuman esa aura de amor, a veces permanece sobre entendido y en otras ocasiones es manifiesto, el poeta necesita manifestar el amor que siente por todo cuanto permanece en su entorno¸ y lo hace de una forma muy sencilla,  simplemente desnuda en público su alma, al margen de los prejuicios que atenazan la vital capacidad de expresión del resto de los hombres, para mostrarles el camino de la autenticidad emanado de la amorosa luz de la inteligencia creadora.


LIX
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.


Poco debe importarnos que el poeta le llame dios o sol a su luz interior, por el con­trario si nos interesa constatar el hecho de que él personalmente la percibe y la siente, que la “materializa” en el poema llamándola sol o dios indistintamente. No es menos vital pensarse que la luz existe en la conciencia del poeta, que para él es real y además verdadera porque como tal la presiente, aceptándola de forma voluntaria y de buen grado; añadir, que el poeta, por mediación del sueño, siempre los sueños para solucionar el “conflicto” tiempo existencial tiempo atemporal, se proyecta desde su luz interior hacia la infinitud representada por su dios o su sol haciéndola residente en su corazón. Quizá el mayor acto de amor, sea permitir que el ser amado resida en el propio corazón del amante, compartir con el amante la plenitud lumi­nosa en su micro espacio vital.  Aquí es donde nos encontramos con la simbiosis luz y amor, los dos símbolos por excelencia de la poética machadiana al servicio de los hombres del futuro, y es que el poeta Antonio Machado, si algo es, me expreso en presente, es un humanista que cree en el hombre y no dudó en legarnos su obra que muestra abiertamente los caminos del entendimiento, en la plenitud espiritual, de un nuevo humanismo. Y en eso consiste la gran espiritualidad en el hombre y la mujer, entregarse a los demás seres humanos por mediación de la obra revitalizando el humanismo.

“La ingenuidad del espíritu blanco machadiano desnudo frente al mundo”, me­diante el cual nos transmite y nos hace llegar el pálpito tenue de la vida que permanece agazapada y escondida en el alma de su ser humano, y que de continuo alimenta incansable sus anhelos, su espíritu y su obra –universalidad del ser dentro de la cosmogonía creacional-, para que su alien­to se convierta en el hálito de vida que inunde la existencia de los demás hombres, llevándoles, tenuemente, por la senda impalpable de la armonía, para que sientan la plenitud extrasensorial por mediación del éxtasis, y de este modo el alma del lector se libere y comulgue con la plenitud extrasensorial de sus versos. 

Cartel realizado por la Asociación Cultural Leonor Izquierdo 2007

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