martes, 2 de abril de 2013

LA ESPIRITUALIDAD EN ANTONIO MACHADO III




Busto de A. Machado, obra de Pablo Serrano,
donado por el artista a la ciudad de Soria en 1982

La espiritualidad en A. Machado III

Ha quedado suficientemente definido, en el capítulo anterior, la percepción espiritual que de la tierra tiene el poeta de Campos de Castilla. Quizá falte aquilatar algunos conceptos sobre la humanización que el poeta realiza en torno a las gentes que la pueblan. Antonio Machado nos habla de las parameras sorianas, insiste en los principios de la soledad, extensos campos prácticamente deshabitados, pero ello también sucede cuando canta a la tierra de su Andalucía. Personalmente tengo la convicción de que a través de sus versos el poeta humaniza la tierra indirectamente cuando nos habla de labrantíos, de magras cosechas, de majadas en la sierra, y lo mismo sucede cuando se explaya sobre la exuberante vegetación de su tierra andaluza, los plantíos de olivos, naranjales, etc. A su forma el poeta nos está diciendo que esa tierra está habitada por las gentes que la trabajan y, mediante su trabajo, crea riqueza y trasforma el paisaje que él canta en sus versos; luego, de un modo indirecto, nos está hablando de seres humanos que se afanan con su trabajo, por la supervivencia y trasmitir la vida a las generaciones futuras, es decir, está humanizando la vida a través de sus versos cuando canta a la tierra.


Tierra de labrantío en Almenar Soria.
Esta zona la conoció mejor G. A. Bécquer que A.Machado
Campos de Soria


 II

Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor —las nuevas hojas—
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.


Otro Viaje

Ya en los campos de Jaén,
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles
devorando matorrales,
alcaceles,
terraplenes, pedregales,
olivares, caseríos,
praderas y carrizales,
montes y valles sombríos.
Tras la turbia ventanilla,
pasa la devanadera
del campo de primavera.
La luz en el techo brilla
de mi vagón de tercera.


En estos dos poemas se puede apreciar la que os comentaba al respecto, pensemos que es una constante en la obra machadiana. Para que lo aprecies mejor he subrayado los versos en los que aparece el fenómeno que estamos estudiando. En el primero, por supuesto indirectamente, aparece la mano del hombre en el paisaje soriano, y lo hace sin nombrar al hombre, sólo mediante referencias indirectas, incluida las praderas en las que pacen las ovejas merinas, en consecuencia alude a los pastores. En el segundo sucede otro tanto que en el anterior, citando a los olivos dentro de la descripción de la flora de la zona; además, aquí existe una novedad interesante, la referencia a los rieles, es indudable que la caja de la vía del tren y los terraplenes forma parte del paisaje jienense, transformado por el hombre mediante la tecnología, por consiguiente el poeta continúa humanizando el paisaje para incidir en sus intenciones humanistas. En numerosos poemas, además de las referencias a la naturaleza trasformada por la acción del hombre, el poeta hace alusión expresa de las gentes que pueblan esos paisajes, en esos casos el paisaje ya se humaniza con la sola presencia de las gentes que lo habitan.

Concluyendo, la técnica machadiana para humanizar el paisaje es la expresión directa de la proyección que su grandiosa espiritualidad refleja en sus poemas, la tierra idílica del alma; con ello nos da a entender que no existe espiritualidad que valga sin el hombre, forma de ver la vida que yo igualmente comparto. No olvidemos que para A. Machado es vital la concepción del paisaje como el arte connatural de la creación, de ahí su pasión por la poética del paisaje; conviene insistir, en este punto, en la plena coincidencia con G. A. Bécquer. Llegados a este punto entramos en el fondo de la cuestión ante la perentoria necesidad de la existencia del arte, por supuesto sin olvidar la poesía que igualmente es arte, como la máxima expresión en la comunicación entre los hombres; arte y espiritualidad creativa conformando el lenguaje del espíritu humano. Y es en este modo de expresión donde el hombre se encuentra abiertamente con su gran espiritualidad, la creativa, en la que emula la gran creación de las divinidades.

Restos de las murallas de Soria a la orilla del Duero
y frente a los Arcos de San Juan.  Se puede
apreciar  los famoso roquedos  machadianos.



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