miércoles, 30 de enero de 2013

INTROSPECCIÓN Y ÉXTASIS CONTEMPLATIVO VIII



Irguiéndonos desde el suelo hacia la divinidad del hombre



Introspección y Éxtasis Contemplativo VIII


La introspección nunca jamás se ejerce voluntariamente, por más que se insista el momento creativo surge por sí mismo, desde el interior del ser; cuando entendemos que somos capaces de provocarla no hacemos sino anularla y suplantarla en nombre de nuestra capacidad de raciocinio, de ahí que de cuando en cuando surjan obras mutiladas de las que nadie estamos exentos, pues, a veces, confundimos la capacidad de evocación con la predisposición mental de cara a la realización de alguna de nuestras obras artísticas. Cuando eso sucede, lo mejor que se puede hacer, lo que en realidad vale, es destruirla sin contemplaciones; admitir que hemos cometido un error y que el trabajo realizado sólo ha sido un ejercicio precedido de una mala pasada urdida por nuestra mente. Peor sería intentar arreglarla, redefinirla porque el resultado seguiría siendo de obra artística mutilada, y una mutilación nunca puede ser arte. Yo os confieso que he tenido que destruir poemas y escritos míos, en especial cuando inicié el camino de poeta; pero no me importaba, me molestaba sobremanera, no obstante en mi fuero interno entendía que era preciso aprender a romper porque detrás se encontraba la meta del saber construir.

Dicho lo cual, entiendo que difícilmente puedo asumir conceptos tales como son la simple inspiración, la influencia benefactora de las musas y demás martingalas por el estilo; son expresiones que pueden tener una explicación cuando se niega la capacidad de comunicación del espíritu humano (supra ego) con la mente, y además se renuncia a la capacidad innata del espíritu en los momentos de influenciarnos en nuestros procesos creativos, mediatizándolos y dotándolos de sustancia y ritmo. La introspección sólo se explica cuando se acepta la naturaleza humana de la dualidad y también nuestra capacidad de desdoblamiento que viene impuesta por la acción del “yin yang”, acción y efecto de los extremos o complementarios, y que nos dota de la movilidad y el ritmo cosmogónico del que somos parte integrante. Tampoco puedo admitir que la capacidad de introspección tenga relación alguna con la llamada actitud contemplativa mística, puesto que la mística como tal se deriva de la palabra misterio, “que no alcanza la razón humana”, asociándolo con la divinidad absoluta, y, en el trabajo en que estamos, hemos admitido el antagonismo existente entre el absoluto y el maravilloso relativismo cosmogónico, tema en el que desde luego no volvemos a entrar.

Si el espíritu humano es atemporal, hipótesis que fue admitida cuando nos expresábamos en torno al origen primigenio del vacío cosmogónico y gran generador de  la creación, presuponemos que tiene capacidad para adelantarse en el tiempo y en consecuencia prever acontecimientos futuros. Aquí nos encontramos con los llamados visionarios, personas capaces de realizar su trabajo adelantándose al tiempo social y cultural de su época, venciendo a la utopía e imponiendo un pensamiento nuevo, una forma de crear y ver el arte nuevas, mediatizando, gracias a su trabajo y tesón, los gustos de una época para lanzar a la humanidad por el camino de la evolución. G. A. Bécquer lo fue, convirtiendo, gracias a su insistencia, los Arcos de San Juan de Duero, Soria, en un museo al aire libre, que es lo que hoy en día son; también lo fue A. Machado, el genial poeta de “Campos de Castilla”, pues convirtió la tierra de la alta paramera del Duero en su tierra espiritual, futura  (en la que yo nací, a tan sólo diez kilómetros de Soria y quince de Almenar, equidistante): tierra desértica, telúrica, despoblada, en la que se podría caminar todo el día sin ver a nadie; llenándola, gracias a sus poemas, de humanismo, de seres humanos invisibles pero que allí estaban, encorvados sobre la tierra, trabajando para ganar el sustento. Y yo también lo soy, con mis renuncias, mis limitaciones, mi comportamiento, mi trabajo, proyectando mi vista hacia adelante palpo el futuro de la humanidad y hacia ese futuro dedico mi esfuerzo y mis ganas de escribir, previa renuncia a los aplausos fáciles y a otras muchas que no conviene enumerar. Los visionarios son los que son, justos los necesarios en cada generación.

La capacidad de introspección que les es dada, por evolución, a los creadores, se transforma en el éxtasis contemplativo cuando esos mismos creadores se convierten en espectadores del arte. Pero no conviene confundir, son miles de millones los estadios de la evolución humana y en buena lógica son miles de millones las personas dotadas para adentrarse en el trance del éxtasis ante la belleza de una obra de arte, simplemente es imprescindible un mínimo de sensibilidad, escala alta, y una educación en consonancia con las sensaciones que el gran arte aporta a los espectadores. Serán las sensaciones percibidas ante la representación de la obra de arte, ante las que el espectador se desdoblará permitiendo que su espíritu penetre a fondo en el mundo representado que le llevará al éxtasis contemplativo, gracias al cual habrá perdido la sensación del tiempo existencial, para adentrase en el luminoso camino de la atemporalidad contemplativa. En líneas generales digamos que el proceso contemplativo en el ser humano es el mismo que en la creación de la obra de arte, sin embargo nadie habla de musas ni de momentos místicos. El fenómeno está generalizado y sabemos que funciona, luego algo hay que obstruye la visión de los seres humanos cuando hablamos de la espiritualidad del hombre o de la mujer, pero ese tema no es convergente con nuestro trabajo y si lo fuera lo obviamos.


persiguiendo al tiempo camino del futuro

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