lunes, 28 de enero de 2013

INTROSPECCIÓN Y ÉXTASIS CONTEMPLATIVO V

Complementándose una inteligencia a  la otra, dualmente


Introspección y Éxtasis Contemplativo V

En consecuencia el ser humano es la suma de los cuatro conceptos de los que hemos hablado anteriormente y sus consiguientes interrelaciones e interactuaciones que le permiten crecer, sobrevivir, educarse, evolucionar, gozar y procrear; si bien, esta última característica o actuación no es de obligado cumplimiento, ya que es una decisión que debería tomarse libremente, aunque, por desgracia, está muy mediatizada por el ambiente sociocultural y socioeconómico  en especial el último. Los seres humanos somos doblemente duales (cuerpo-mente es la primera y alma-espíritu la segunda) y nos manifestamos en un estado cambiante y de evolución permanente, que nos obliga a abrazar el relativismo para rearmonizar nuestro ser en cada uno de los cambios que se producen.

Cada nueva armonización viene precedida de un estado de cambio, que ha surgido en uno de los cuatro componentes y que obliga a los otros tres a evolucionar para readaptarse a las nuevas exigencias. A esos cambios les llamaremos “estado de crisis”, y, en consecuencia, son ellos los que provocan el relativismo en todos y cada uno de nuestros procesos vitales y momentos evolutivos; en definitiva son los responsables de la mutación permanente que nos lleva hacia al gran conocimiento, la universalidad y la infinitud. Cuando los cuatro componentes están en armonía no es necesario ninguna readaptación, faltaría más, son momentos de placidez en los que, con independencia de su duración, el ser humano tiende a alcanzar la plenitud, y en ese estado no existe ninguna posibilidad de crisis, porque si se produjera no habría plenitud. La plenitud es el estado de la “no necesidad” metafísica y de la armonía total, en el momento que surge el más mínimo atisbo de necesidad desaparece. Aunque no es un tema que vayamos a tratar aquí, al socaire de la afirmación anterior digamos que el estado de felicidad permanente no existe, porque la necesidad y los sucesivos estados de crisis la destruyen.

Un vez hemos dejado asentado que la interacción es constante entre los cuatro componentes del ser, tendremos que intentar conocer el modo de cómo se produce; en especial hablaremos de la relación en el binomio mente-supra ego, puesto que, éste último, en primera y última instancia es quien dota al hombre y a la mujer de la tan deseada espiritualidad. “Cuando el tonto duerme, el inteligente trabaja”, frase que nos llega del Budismo Zen y viene a decirnos que la comunicación es constante entre las dos partes del binomio arriba reseñado y se produce fundamentalmente por medio de los sueños; en el proceso actúan las dos inteligencias, mental y espiritual, si bien la primera permanece en estado pasivo, siendo la segunda el agente activo que comunica las nuevas necesidades y expectativas de futuro. Pero no es única la comunicación a través de los sueños, existe una variada lista de diferentes formas de comunicación entrambas: premonición, capacidad visionaria, introspección, éxtasis, estado de “no acción”, etc., y todos aquellos en los que la mente física se diluye permitiendo actuar al espíritu.

Por dos razones fundamentales nosotros vamos a centrarnos en la introspección y en el éxtasis contemplativo, obviando el resto; si bien es posible que hagamos algunas referencias a las restantes, en especial a la capacidad visionaria de las personas que se han dedicado al arte y a la literatura. Las referencias a la primera tienen su sentido en el hecho de que por obligación está siempre presente en la creación del arte, sin ella no hay ni atemporalidad ni universalidad posibles, y también en que la obra de arte carecería de ritmo, tres elementos imprescindibles para considerar a una obra de arte como tal, y, en buena lógica, diremos que sólo pueden nacer desde el espíritu creativo, halo vital, pues la mente nunca podría aportarlos dadas sus limitaciones al estar sumergida en la tercera dimensión. Cuando la obra de arte llega al público aparece el llamado éxtasis contemplativo; que es, ni más ni menos, la propia introspección al manifestarse desde el espíritu, supra ego, del espectador, quien se ha dejado fascinar por la belleza que le presenta el creador por medio de su obra artística, relegando su mente a un segundo plano al dejarse abducir por la belleza y emerger desde su ser interior el delirio espiritual.

Continuará.

Cuadrícula a cuadrícula la mente se llena de conocimiento.

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