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| Complementándose una inteligencia a la otra, dualmente |
Introspección y Éxtasis
Contemplativo V
En consecuencia el ser humano es la suma de los cuatro conceptos de
los que hemos hablado anteriormente y sus consiguientes interrelaciones e
interactuaciones que le permiten crecer, sobrevivir, educarse, evolucionar,
gozar y procrear; si bien, esta última característica o actuación no es de
obligado cumplimiento, ya que es una decisión que debería tomarse libremente,
aunque, por desgracia, está muy mediatizada por el ambiente sociocultural y socioeconómico en especial el último. Los seres humanos somos doblemente
duales (cuerpo-mente es la primera y alma-espíritu la segunda) y nos
manifestamos en un estado cambiante y de evolución permanente, que nos obliga a
abrazar el relativismo para rearmonizar nuestro ser en cada uno de los cambios
que se producen.
Cada nueva armonización viene precedida de un estado de cambio, que ha
surgido en uno de los cuatro componentes y que obliga a los otros tres a
evolucionar para readaptarse a las nuevas exigencias. A esos cambios les
llamaremos “estado de crisis”, y, en consecuencia, son ellos los que provocan
el relativismo en todos y cada uno de nuestros procesos vitales y momentos
evolutivos; en definitiva son los responsables de la mutación permanente que
nos lleva hacia al gran conocimiento, la universalidad y la infinitud. Cuando
los cuatro componentes están en armonía no es necesario ninguna readaptación, faltaría
más, son momentos de placidez en los que, con independencia de su duración, el
ser humano tiende a alcanzar la plenitud, y en ese estado no existe ninguna
posibilidad de crisis, porque si se produjera no habría plenitud. La plenitud
es el estado de la “no necesidad” metafísica y de la armonía total, en el momento
que surge el más mínimo atisbo de necesidad desaparece. Aunque no es un tema
que vayamos a tratar aquí, al socaire de la afirmación anterior digamos que el
estado de felicidad permanente no existe, porque la necesidad y los sucesivos
estados de crisis la destruyen.
Un vez hemos dejado asentado que la interacción es constante entre los
cuatro componentes del ser, tendremos que intentar conocer el modo de cómo se
produce; en especial hablaremos de la relación en el binomio mente-supra ego,
puesto que, éste último, en primera y última instancia es quien dota al hombre
y a la mujer de la tan deseada espiritualidad. “Cuando el tonto duerme, el inteligente trabaja”, frase que nos
llega del Budismo Zen y viene a decirnos que la comunicación es constante entre
las dos partes del binomio arriba reseñado y se produce fundamentalmente por
medio de los sueños; en el proceso actúan las dos inteligencias, mental y
espiritual, si bien la primera permanece en estado pasivo, siendo la segunda el
agente activo que comunica las nuevas necesidades y expectativas de futuro.
Pero no es única la comunicación a través de los sueños, existe una variada lista
de diferentes formas de comunicación entrambas: premonición, capacidad
visionaria, introspección, éxtasis, estado de “no acción”, etc., y todos
aquellos en los que la mente física se diluye permitiendo actuar al espíritu.
Por dos razones fundamentales nosotros vamos a centrarnos en la
introspección y en el éxtasis contemplativo, obviando el resto; si bien es
posible que hagamos algunas referencias a las restantes, en especial a la
capacidad visionaria de las personas que se han dedicado al arte y a la
literatura. Las referencias a la primera tienen su sentido en el hecho de que por
obligación está siempre presente en la creación del arte, sin ella no hay ni
atemporalidad ni universalidad posibles, y también en que la obra de arte
carecería de ritmo, tres elementos imprescindibles para considerar a una obra
de arte como tal, y, en buena lógica, diremos que sólo pueden nacer desde el
espíritu creativo, halo vital, pues la mente nunca podría aportarlos dadas sus
limitaciones al estar sumergida en la tercera dimensión. Cuando la obra de arte
llega al público aparece el llamado éxtasis contemplativo; que es, ni más ni
menos, la propia introspección al manifestarse desde el espíritu, supra ego,
del espectador, quien se ha dejado fascinar por la belleza que le presenta el
creador por medio de su obra artística, relegando su mente a un segundo plano
al dejarse abducir por la belleza y emerger desde su ser interior el delirio
espiritual.
Continuará.
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| Cuadrícula a cuadrícula la mente se llena de conocimiento. |


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