jueves, 24 de enero de 2013

INTROSPECCIÓN Y ÉXTASIS CONTEMPLATIVO IV

Nota: los textos se publican inmediatamente después de ser escritos. Cuando releo y encuentro algún concepto que no he determinado correctamente lo corrijo sin más. Anselmo.

al hombre desde la energía primigenia


Introspección y Éxtasis Contemplativo IV

Entonces, ¿qué es el ser humano y cuáles son los componentes que lo integran?, nos preguntaremos; respuesta que entraña una cierta dificultad y cuya concepción intentaremos abordar y definir a lo largo de los renglones siguientes.

Anteriormente, cuando hablábamos de genética, nos hemos referido a la capacidad intelectual del ser humano y por supuesto a la parte física que lo sustenta. El cerebro es la base del sistema y sirve de regulador tanto de la actividad intelectual, como de las motoras ejercidas desde la parte física por medio del sistema nervioso, en las que debemos incluir a todas las actividades que realizamos a lo largo de la vida. De otra parte también hemos hablado del ser antiguo y sabio, no visible, y de la energía primigenia que se unió a él, iniciando el camino evolutivo hacia el gran conocimiento; pensemos que en cosmogonía nada es absoluto (todo lo que llega al absoluto inicia el camino de su destrucción), simplemente aquí no existe, y el proceso evolutivo es la constante que permanece fijada al relativismo: “como todo cambia es necesario que todo se readapte a los nuevos cambios, para crear una nueva armonía”, ley de la evolución y especialización de las especies.

Para que podáis haceros una idea más concreta del relativismo cosmogónico, os incorporo la cuarta sentencia del Tao. En él existe el centro de “la unidad”, pero no una unidad conformada en torno a una divinidad, sino a la infinitud de la existencia que a sí misma se conforma y se expresa en armonía con su propia unidad, abarcando la totalidad de la creación, incluyendo también el estado potencial de aquello que en el futuro será creado.

Cuarta.

El Tao es como un recipiente vacío.
Que nunca puede ser llenado,
¡Abismal, profundo, insondable!
La fuente de lo que todo dimana.
Suaviza los ángulos, afloja los nudos,
Estabiliza el fulgor de las luces,
Se funde al polvo del mundo.
No se halla en ninguna parte, pero siempre está presente.
Ignoro cuál es su origen,
Pero es anterior a los dioses de los hombres.

Y el ser humano, como parte de la energía primigenia, pertenece a la unidad de esa infinitud relativista; en consecuencia, cosmogónicamente hablando somos una extensión más de las miles de millones de extensiones que se han creado a lo largo de la oscura historia del tiempo. No somos ni más importantes ni más insignificantes que cualquier otra. Cuando Francisco de Asís retorno de China, lo hizo hablando de “hermano lobo, hermana oveja, etc.”, el hombre había oído tambores, pero limitado por sus concepciones católicas no supo hacerlos sonar. Es normal, el hombre adaptó al lenguaje católico conceptos que permanecían en contraposición con el absolutismo en el que se basaba su religión: dios absoluto, castigo absoluto, premio absoluto, y que niega toda posibilidad al relativismo cosmogónico.

El ser humano es la suma de dos dualidades y que a saber son: la primera que está conformada por el cuerpo físico (soporte) y la mente (centro inteligente); la segunda nos viene dada por la suma de la energía, alma o aura (soporte) con el ser antiguo o espíritu del ser o supra ego (centro inteligente). Luego, tenemos dos soportes que además interactúan entre ellos y dos inteligencias que también interactúan entre sí. La interacción de estos cuatro elementos entre sí es lo que es el ser humano en sí mismo, que además tiene sus valores numéricos según la cábala y también la escuela pitagórica, pero en ello no vamos a entrar en este pequeño estudio. Una vez conocido al ser humano y los elementos que lo componen, en los siguientes capítulos nos adentraremos, fundamentalmente, en las relaciones e interactuaciones de la mente humana con su espíritu como paso previo para adentrarnos en la introspección y el éxtasis contemplativo.

Continuará.


Toda nueva armonía llega desde la desarmonía


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