domingo, 16 de diciembre de 2012

LA ESPIRITUALIDAD EN G. A. BÉCQUER VIII



... la zona del Moncayo como en general
la tierra de Soria han permanecido

LA ESPIRITUALIDAD EN  G. A. BÉCQUER VIII

Porque el agua, que es el principio vital sin cuya existencia no es posible la continuidad de la vida, en sí misma representa el origen espiritual, el génesis, a través de la archisabida imagen “las fuentes de la vida”, conocida por todos nosotros y las culturas que nos precedieron; también representa el final de la existencia, sirviendo de puente entre esta vida conocida y la que, suponemos, se manifiesta en la siguiente dimensión, al otro lado de la muerte. A este respecto recordemos la existencia de “las dos orillas de la mar”, “el barquero Caronte” en la mitología griega, y cuya imagen Bécquer asocia, en su Rayo de Luna, con la barca en la que su amada pasa a la otra orilla del río Duero, abortando todas las posibilidades en Manrique de materializar su amor y que será la causa final de su “muerte” bajo la forma de la locura. 

En su leyenda de “Los Ojos Verdes”, G. A. Bécquer insiste en los conceptos que aquí apuntamos, llevando al protagonista poco a poco a su precipitado final haciéndole sucumbir en las aguas del amor, por el sólo hecho de escuchar las palabras de amor en boca de su amada y que él con tanto anhelo perseguía; es decir, el autor utiliza las aguas como medio de llevar a la felicidad total a Fernando de Argensola, que vive prendado de amores y en nombre del amor no duda en seguir al ser objeto de su veneración. Es verdad que en la leyenda no existe barca, pero el resultado final se reduce al paso obligado de las dos orillas, la existencial y la del otro lado de la muerte, como requisito imprescindible para llegar al goce del amor en plenitud. Y de nuevo nos encontramos ante la imposibilidad de la felicidad total y permanente en esta vida existencial, por más que lo intentemos y nos empecinemos en llegar a ella, si no es pagando el alto precio de la muerte; pero claro está, que entonces ya no estamos aquí.

La asociación del amor y la muerte se manifiesta tácitamente en la leyenda que nos ocupa, se inicia con el penoso proceso de la persecución, el acoso y la posterior muerte de la presa. “Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas, jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha que conducía a la fuente”, que se confirma en la segunda parte de la leyenda:  …“-Desde el día en que, a pesar de sus funestas predicciones, llegué a la fuente de los álamos, y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que vuestra superstición  hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de soledad”. El relato discurre de tal forma que la muerte es el sujeto invisible que permanece constante a lo largo de la acción, para desembocar en el acto supremo de amor protagonizado por Fernando de Argensola y que termina en el pasaje de su óbito, precisamente en las aguas de la regeneración amorosa. En el caso que nos ocupa materializadas en las del río Arabiana, río emblemático de la poesía castellana puesto que también aparece en los Siete Infantes de Lara, y, en sus orillas, es conocida la escaramuza que el Marqués de Santillana sostuvo contra las tropas navarras que habían invadido el territorio. 

La temática del escrito, al igual que en “El Rayo de Luna”, está inspirada en la cultura matriarcal y de tradición oral de origen celtíbera, que aun a pesar de los siglos transcurridos desde la imposición y el dominio del cristianismo y su cultura patriarcal, pervivía en los habitantes de la provincia de Soria y del entorno del Moncayo. Espiritualmente hablando, en la cultura matriarcal, las fuentes de la revelación siempre llegan por mediación de la mujer, que abre los arcanos y muestra a los hombres el camino de la sabiduría, el amor y la plenitud del ser; a este grupo pertenecen las eneidas, sílfides, ondinas, sirenas, etc. y que tan abundantemente están representadas en la mitología y en la tradición de la cultura oral. La mujer es la diosa del conocimiento y del amor que muestran a los hombres el camino de la evolución espiritual del ser. El cristianismo fue contaminando estas enseñanzas y su simbología, absorbiéndolas en su beneficio, transformando los espacios de culto celtíbero, relacionados con las aguas, en lugares de culto católico asociándolos con sus vírgenes y construyendo ermitas en los lugares más insospechados y que únicamente perseguía acabar con los lugares “sagrados” y de peregrinación de la cultura matriarcal.

Pero el estigma de la espiritualidad matriarcal pervivió, a pesar de las imposiciones e intransigencia católicas, en la memoria colectiva de los pueblos celtíberos. La transmisión de la cultura en forma de leyenda de tradición oral, unidos a otros elementos ajenos a la cultura, hicieron posible la supervivencia. Pensemos que tanto la zona del Moncayo como en general la tierra de Soria han permanecido aisladas a lo largo de los siglos, a ello ha contribuido la difícil accesibilidad y la escasez de recursos económicos; en consecuencia la cultura matriarcal ha seguido viva en el recuerdo de sus gentes y coexistiendo con la patriarcal católica, sin que, al parecer, se hayan dado grandes sobresaltos. Bécquer, el “curioso” de G. A. Bécquer, se limitó a ir escarbando en esa memoria colectiva, y rastreando, por un lado y por el otro, fue generando el puzle de las leyendas sorianas en particular y de todas sus leyendas en general, dotándolas de su prodigioso verbo literario. Pero que nadie piense que se trata de un trabajo fácil, porque de un modo u otro requiere un proceso de investigación, del conocimiento necesario de las condiciones socio económicas, culturales y geográficas de la zona. Pero éste es otro tema en el que, por ahora, no he pensado entrar en este trabajo. 



... llegué a la fuente de los Álamos,


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