martes, 18 de diciembre de 2012

LA ESPIRITUALIDAD EN G. A. BÉCQUER IX


Parece ser que los hados han impuesto un a vez más su tiranía, ahora resulta que es necesario terminar la serie antes del veintiuno de diciembre, ¿y qué tendrá que ver el calendario Maya con mi trabajo?, me pregunto.


Reinterpretación del cuadro "La trilla en la Era", de Valeriano Bécquer.
Museo G. Adolfo Bécquer en Noviercas

La espiritualidad en G. A. Bécquer IX


-Fernando –dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-, yo te amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal, siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la Tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de esas aguas, incorpórea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo a quien osa turbar la fuente donde moro; antes lo premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi caso extraño y misterioso.

Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuerza desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca.”

Y tenemos que retornar a la Grecia de Platón, para entender mejor la espiritualidad que G. A. Bécquer nos trasmite en este pasaje, y de este modo podamos introducirnos en la maravillosa espiritualidad del autor. El amor platónico no es sino la capacidad del espíritu del hombre de amar por el sólo hecho de amar, tomando la belleza como referencia y también de medio y guía para producir el embeleso amoroso. Todos los seres humanos llevamos en nuestro interior el ideal y el prototipo de la mujer o del hombre que amamos, no importa que no le conozcamos, y que inexorablemente permanece ligado a nuestro personal concepto de la estética. Cuando de jóvenes nos enamorábamos de una muchacha, todavía estábamos sin contaminar por los prejuicios sociales, éramos atraídos por la armonía de los rasgos faciales y las formas ondulantes del cuerpo, también viceversa, e incidían en nosotros con tal fuerza que anulaban cualquier otro detalle a excepción de la voz. ¡Ah!, la maravillosa voz de la muchacha cuando nos hablaba.

Entre los detalles del pasaje de la obra becqueriana y lo comentado aquí, seríamos capaces de encontrar alguna diferencia real, cabría preguntarse; la respuesta, al menos para mí, es rotunda, simplemente no. El poder de seducción del espíritu becqueriano, evidentemente andrógino en el pasaje, se traslada de un protagonista al otro por medio de la atracción generada por la belleza física, la belleza de las palabras y la sugestión amorosa que es aceptada de antemano por los dos personajes, ya que ambos consienten en sentirse atraídos y enamorados de la otra persona, y los dos necesitan complementarse en la unión física, mental y espiritual, para alcanzar el totalidad amorosa, es decir la plenitud.

Para Fernando de Argensola la ondina de la fuente es su prototipo de mujer ideal, Afrodita Celeste, ideal femenino espiritual, que en el trance también se convierte en la Afrodita Pandermo, puesto que en el joven existe el deseo y la necesidad de poseerla físicamente: “Fernando dio un paso hacia ella…, otro…, y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos…, y vaciló…,”.Luego, cuando el protagonista se precipita en el interior del lago, en su ser interior prima la necesidad del encuentro amoroso absoluto, precipitarse en la plenitud total y permanente. Plenitud que, ya lo hemos dejado expresado en el capítulo anterior, no puede darse en los seres humanos sino es pagando el alto precio de la muerte.

De mi poemario “Eros Creador” copio un par de fragmentos del poema “Teresa o el amor Platónico”, capítulo “Génesis”, para que entendáis en la medida de lo posible la comunicación espiritual que se puede dar entre dos espíritus enamorados. La primera parte pertenece al canto realizado por el espíritu masculino y en la segunda se reproduce la respuesta del espíritu femenino. Podéis apreciar cómo en los dos existe la necesidad de llegar a la complementariedad amorosa:


Espíritu masculino

¡¡Hefecto!!, ¡une a los entes
dolidos de tanta soledad!
-la eternidad
pongamos de testigo-;
¡haz real
la unión de los seres del amor!,
-la eternidad
pongamos de testigo-;
¡funde las dos almas en la virtud
de la unidad dual!,
-la eternidad
pongamos de testigo-;
¡¡Sí!!, cristaliza la amalgama
-el constante sucederse
de la luz Luna Sol
contiene el día. Su bondad
su esencia complementaria-
de su entidad y mi entidad
en el renacimiento de un nuevo sentir
-la eternidad
pongamos de testigo-;
conforma, en armonía,
nuestra humanidad andrógina,
para mayor gloria de Aristófanes…


Espíritu femenino

¡Amor!, ¡¡ven!!:
que mi cuerpo se encienda
en la piel de tu cuerpo
-el fuego
con fuego se incendia-;
que tu espíritu
alumbre mi alma de luz
-el fuego
al fuego precede-;
que tu amor se inflame
en la pasión de mi corazón
-el fuego 
con fuego se aviva-;
que nuestras miradas
se inmolen en la pira de la amatoria
-el fuego
con fuego se fortalece-;
que tu ser y mi ser
retornen al fuego primigenio del amor
-el fuego,
de la gran inteligencia surge-.


simplemente el amor

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