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| Villoslada de Cameros |
EL ACHICHUELO
Ante mamá se iba a la Sierra del Camero Nuevo, quería pasar el puente
de la Semana Santa con María, en la casona que unos tíos de su amiga tienen en
Montemediano, pequeña población cercana
al Pantano del Rasillo. Una mentira más a su madre, que de nuevo se dejaba
engañar no queriendo saber nada de sus andanzas y amoríos. En definitiva, ¿qué
le importaba a la mujer enterarse de la verdad de las cosas, sí de antemano
sabía que nunca habría de conocer nada más que unas cuantas trolas, que su hija
se inventaba sobre la marcha para salir del paso cada vez que le surgía la
oportunidad de marcharse a su bola? En esa ocasión la pantalla era una casa
familiar de la sierra, que ejercía de telón de fondo para ocultar la realidad
de un viaje proyectado con otros protagonistas. Estarán en el Camero Nuevo, el
hecho es cierto; pero seguirán más adelante, se internarán el interior de la
montaña, porque su meta es el Achichuelo y los cuatro plantarán las tiendas de
campaña en la pradera en la que pacen las vacas y al amparo de los robles.
Dispondrán de cuatro días que dedicarán a holgazanear, abrazarse,
besarse, bañarse en el río, cuyas aguas bajan tan frías que espantan la
epidermis; pero a ellos no les importa y los cuatro se meterán en el cauce,
historias más fuertes han protagonizado y nunca ha pasado nada. Son dos
muchachos y dos chicas que no se cortan ante nada, y viajan ligados, en
parejas, al encuentro de la naturaleza, de los amaneceres y puestas de sol, del
canto de las aves y de las aguas claras que descienden a tropel desde la
montaña; también dedicarán algunas horas al bar del pueblo, que no tendrán
inconveniente en visitar con relativa frecuencia. A las noches encenderán fuego
y al amor de la lumbre se harán algo de cena, entre risas dejarán pasar las
horas y abundarán los besos para honrar el brillo de las estrellas…
-Habíamos quedado aquí a las diez, son las once y no dan señales de
vida. ¡Coño con las mujeres! –Comenta Javi malhumorado. -Tranquilo, ya
llegarán, sabes cómo son estas dos, les importa un comino el mundo; cuando
aparezcan pondrán la excusa que les venga en gana. -Tercia su amigo Pablo,
dándole unas palmaditas en la espalda. –Precisamente, tendremos que aguantar
sus chorradas. –Remacha Javi, con gesto huraño. –De eso se trata, de divertirnos
y pasarlo bien. ¡Tío!, ya te vale. ¡Míralas, ahí llegan! –Indica Pablo
extendiendo la mano izquierda, apuntando hacia las chicas que se acercan con la
cara envuelta en sus habituales sonrisas. –No veas, –comentas Yoli nada más
llegar- mi madre no quería darme dinero, ¡qué bronca me ha montado!, menos mal
que al final se lo he sacado. “Qué tú no vas a casas de nadie y te largas
despendolada con cualquiera”, me gritaba como una histérica. ¡Joder!, no sé qué
mosca le ha picado hoy.
–Estás siempre con líos con tu madre, ¡tía!, ¡no sé cómo te las
arreglas!, -le corta María en tono resolutivo- ¡joder, ponla firmes!, ¿qué te
crees que hago yo con la mía?, amenazarla con que me voy de casa y chorradas
por el estilo. ¡Venga, vamos a cargar que nos largamos echando leches! –Las
mochilas al portamaletas, -comenta Javi al tiempo que se gira sobre sí mismo
para abrirlo. -Cuidado con los alimentos que vais a destrozar todo, -Advierte.
– Pues ponlas tú, que Yoli y yo nos metemos en el coche. – ¡Ni hablar!; tú, María,
atrás conmigo y tu, Yoli, adelante con Javi. – ¿Y si no queremos? –porfía
María. –No te hagas la estrecha, que estas deseando que te meta mano.
-¡Grosero!, no sé ni qué hago a tu lado, un día de estos te vas a ir a la
mierda. –Paz y tranquilidad, –interviene Javi.- ¡Empezamos bien!, estáis
siempre como el perro y el gasto. Ya
está el equipaje listo; -de un golpe cierra el portamaletas- venga adentro todo
dios y dejad de discutir que nos largamos con viento fresco.
-¡Pablo, párate quieto, qué me vas a romper las bragas!- Espeta María
a su compañero. –¡Qué te voy a romper nada!, ¿estás tonta a qué? – Pues sí, me
las puedes romper porque son de papel. ¡Qué te pones ciego y no te enteras!
–¡Bragas de papel!, ¿estás majara? –No tengo ganas de ponerme a lavar en el
río. Así que solución salomónica. -¿Habrás traído el bañador?, -pregunta Javi desde el asiento del
conductor- porque de lo contrario nos vamos a reír un rato cuando salgas del
agua. –Eso es lo que te gustaría, verme despelotada. ¡Joder que tío!, pues te
vas a quedar con las ganas porque va en la mochila.
El tema de las bragas de María da para largo, es un motivo recurrente
y quien más quien menos se explaya dando rienda suelta a su imaginación. Por
supuesto Yoli tampoco se ha cortado un ápice y vacila a su amiga a base de
pequeñas punzadas con tinte cínico. María se hace la enfadada con los tres
aunque para sus adentros se muere de risa. Mientras esto sucede pasan por el
cruce de Torrecilla y luego del puente enfila la larga cuesta que sube hasta la
ermita, al llegar a la fuente Yoli se empecina en parar, quiere beber agua y
hacerse unas fotos con su amiga del alma. –Es agua no potable. –Comenta Javi
ingenuamente, leyendo el letrero que las autoridades sanitarias han colocado en
la parte alta del murete. –No te lo crees ni tú, -responde María- siempre ha
sido agua potable, toda la vida; lo que sucede es que la empresa envasadora ha
presionado a los políticos para que pongan carteles en todas las fuentes de la
carretera, pero nadie les hace ni puñetero caso.
-Enséñanos tus bragas, María. – Solicita de improviso Javi, muerto de
risa. –Eso es lo que tú quisieras, verme el culo, ¡qué te den! –Responde la
muchacha levantando la mano con el dedo corazón estirado. –Déjala tío, no seas
pesado, que la vas a mosquear y sus cabreos le duran dios y la madre.
–Interviene Pablo, apaciguando los ánimos. –Pues si se enfada que la zurzan.
Tampoco es para tanto, una broma como otra cualquiera. –Responde Javi. –Eso
será para ti, pero luego yo pago las consecuencias. Así que haz el puto favor de olvidarte del tema. –¡Vale!,
dejemos a la princesita en paz. –Corta Javi de malas formas.
continuará
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