lunes, 2 de julio de 2012

EL MISERERE DE YERGA



A la luna pongo por testigo...

Bajo el frío de la noche en lo alto de la Sierra de Yerga, en las ruinas del famoso monasterio cisterciense que el magnífico escritor romántico, G. A. Bécquer, elevara a la categoría de obra universal merced a su famosa leyenda, tuvo lugar la décimonovena representación de El Miserere. Obra escrita, junto con La Cueva de la Mora, en su estancia en los Baños de Fitero para curarse de algunas de sus enfermedades. Mientras el cierzo nos helaba los cuerpos a unos mil metros de altitud, la trama de la adaptación escénica nos fue calentando las almas, así que vivimos un cierto impase, calentitos por dentro helados por fuera. 


  Hermoso paisaje, robustos encinares, preciosa fuente a los pies del monasterio dotan al lugar, en la anochecida, de una aureola mágica que hacía prever un magnífico espectáculo, al aire libre, bajo la luna redonda; contando con el entusiasmo de los actores, de los miembros de la troupe, de las gentes de Autol, de su corporación municipal y de cuantos tienen a bien intervenir en este sencillo, pero minuciosamente preparado, acto cultural bajo el parpadeo de las estrellas.

  El espectáculo se inicia con la presentación de los hechos históricos, supongo no muy fiables por aquello de la trasmisión oral, que dieron origen a la existencia de la famosa leyenda becqueriana. Y de pronto los espectadores nos sumergimos en la biblioteca del Monasterio Nuevo, Fitero, donde aparecen las famosas partituras de un Miserere que nunca sería terminado, inconcluso, por mor de la muerte, del destino. ¿Quién sabe?, quizá porque Bécquer sabía que la mejor forma de conseguir que una obra llegue a la intemporalidad, sea, dicho con precisión, dejándola en la atemporalidad de la obra inconclusa, aunque bien es cierto que su relato sí está concluido.

  Fidelidad, a lo largo de la representación aparece la fidelidad a la obra original como el mejor de los argumentos, como el más sobrio de los homenajes, supongo, que como el guión óptimo a escribir. Y lo han conseguido, lenguaje moderado y claro, rara vez aparecen expresiones o frases ajenas a la obra becqueriana, escribo desde la memoria porque yo no tenía el original en la mano aunque casi me lo sepa de memoria.

  Y el mundo de las tinieblas surge a los ojos de los espectadores, la desolación de las ruinas, los ruidos de la noche, la soledad del romero. Es el preámbulo de lo que está por llegar, el mundo de los muertos vivientes, la santa compaña, las almas errantes de los monjes, que dará paso a las luces fosforescentes, a los ruidos de ultratumba, a los cuerpos  descarnados. Y, finalmente, la aparición de la luz siguiendo el plano ascendente del Miserere, el reino de la luz, la armonía de la luz que acompaña el paso de los habitantes de los cielos.  En definitiva el triunfo de la luz sobre las tinieblas.

  Pero en este punto el romero caerá a tierra sin sentido, no apreciará los detalles de la aparición del reino superior y en consecuencia no podrá terminar su obra maestra, el gran Miserere que redima sus culpas. Y una vez más es la muerte quien se antepone entre el hombre y su obra o la fatalidad del destino que no le permite terminarla o la incapacidad del músico a la hora de finalizar una obra para cuya escritura no estaba preparado ni mental ni espiritualmente. No importan los pequeños detalles, tampoco nos afectan, en definitiva Bécquer nos trasmite una historia humana, en la que viene a decirnos que los hombres estamos de peregrinaje aquí en la tierra desde que nacemos hasta que morimos, ignorando el lugar y el momento del deceso.

  Me gustó la puesta en escena, el guión, el atrezo, los decorados, la dirección, la interpretación realizada por los principales personajes, la actuación de los extras tan mesurada y llena de buena intención, el trabajo de equipo, y la predisposición de la población de Autol de cara a la puesta en escena, un año más, de una obra tan mágica y llena de misterio. Quizá, es una opinión personal, esté de sobra el epílogo, rompe el final de la obra becqueriana, despista a los espectadores y prolonga una representación que por sí misma ya es suficientemente larga. Pero bueno, sólo es una opinión personal, nada más que eso.

Monjes que un año más retornar a Yerga

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