miércoles, 27 de junio de 2012

MI ROSTRO. PÁGINA SEXTA O DE LA REGENERACIÓN


Stop, paso restringido a especuladores e indeseables.


He visto llegar mi rostro en el regazo de la regeneración divina, la vida intuye la vida aún sin verla; venía en nombre de la gran creación, al galope tendido en su caballo blanco, protegido por la sabiduría de los veinticuatro ancianos, y en la espada ígnea de su lengua refulgían los asertos del padre de la verdad. Porque él es quien es nosotros somos lo que somos, ni más ni menos, los hijos de los manantiales de la vida para convertirnos en fuentes de vida; quien agua pura se siente la muerte le pasa de soslayo. El paradójico episodio de la muerte debe entenderse en su conciso significado: puerta de comunicación entre dos dimensiones diferentes. Pero la muerte no es la vieja diabólica de la guadaña, ¡no, nada de eso!, la muerte es tan humana como tú y como yo, nace con cada uno de nosotros, nos acompaña de por vida y cuando morimos ha cumplido exactamente los mismos años, meses, días, horas, minutos y segundos que nosotros; si el difunto es un niño la muerte es niña, si se trata de un joven la muerte también es joven, si de un adulto se trata la muerte es adulta, si de un anciano igualmente la muerte es anciana. La tópica imagen de la señora del dalle es una invención, sin más.

La soledad del tiempo por encima de la soledad del ser, que viaja a través de la soledad del cosmos y se complace en el encuentro con la insignificante soledad de las personas. El ser humano nunca permanece en soledad total, la soledad del gran dios sí podría ser aterradora ante nuestros ojos. Cuando los seres humanos caminos en nosotros mismos, por nuestros caminos internos o del espíritu, le llamamos soledad; ello sólo es una falsa soledad puesto que estamos abriendo la puerta de la comunicación con nuestro gran supra ego, dialéctica socrática se le llama, y allí donde existe comunicación no hay soledad. El desierto interno de los profetas la soledad de los poetas. No obstante, la soledad doliente es la obligada, la que recluye a las personas en el asilamiento en medio de las grandes ciudades, millones de seres con los que no pueden comunicarse, he ahí la cuestión; en esa situación el ser, el hombre, sí siente desesperación, impotencia y lo que es más doliente el fracaso personal.

Y mi rostro, asistido por los veinticuatro sabios, se disponía a restaurar el mensaje tan abyectamente maltratado y abatido por esa marabunta de seres que se han autoerigido los dueños del planeta, quienes continuarán con su implacable acoso hasta que hayan concluido los contenidos del séptimo sello. Con su espada de fuego, su lengua llamada de la verdad, abrió el octavo sello  en las mente del humanismo libertario, se trataba de un nuevo maná espiritual, se desplegaron las virtudes de los patriarcas quienes trazaron las primeras sendas, los asertos de los profetas que vencieron el asedio de la intransigencia, las enseñanzas de los maestros de la verdad excluidos por las ideologías dogmáticas. Por el tiempo del tiempo permanecerán grabadas en las paredes del tempo de la espiritualidad de la Tierra, aquel cuyas obras se realizaron a lo largo de los siglos y que fueran terminadas en el año de mil novecientos ochenta y seis; cuando la humanidad probó el ajenjo y los gobiernos de la irracionalidad se desplomaron como castillos en el aire; cuando, justo en el tiempo, se iniciaba la última generación del Apocalipsis y los desalmados se aprestaban a secuestrar un tiempo que ya no les correspondía.

Era una mañana de verano, durante el transcurso del Apocalipsis, cuando se reiniciaría la construcción de los caminos del humanismo en la Tierra. El Maestro, el gurú del conocimiento, había alcanzado la plenitud en el ejercicio de su magisterio; no pocos despreciaron su discurso, mofándose de su humilde indumentaria y de su apariencia externa, ignorantes de la belleza de su espíritu irradiante de sabiduría y cubierto de la elegante sobriedad de su vestidura de lino blanco. En su nombre se darían las órdenes para que se iniciasen los contenidos del octavo sello y sonara la octava trompeta que desencadenaría el principio del fin de la destrucción; dejando el camino expedito al abrazo de las culturas, de los pueblos con los pueblos y al hermanamiento de las razas que ansían y laboran en nombre de la libertad del ser, en nombre del sentimiento libertario de las colectividades. Porque la regeneración del humanismo llegará acompañada de la regeneración del mensaje, para generar nuevos hombres y nuevas mujeres en el nuevo renacimiento. Durante un tiempo coexistirán destrucción y regeneración, será una manifestación de la dualidad humana; si bien, en un principio intentará perpetuarse la destrucción por dinámica histórica, sólo será una señal del su fin acelerado. Que nadie se llame a engaño: la regeneración llegará de la mano de quien sostenga la espada de la verdad.


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