viernes, 25 de mayo de 2012

MI ROSTRO. PÁGINA QUINTA O DE LA MUERTE






He visto llegar a la inteligencia en la neblina de la mañana, trascendía desde el otro lado de las praderas del conocimiento, venía diciéndoles a los hombres que es necesaria la pausa para armonizar sus existencias, para saber en que momento de la vida se encuentran y así poder iniciar el verdadero conocimiento de uno mismo, que es el auténtico camino de la sabiduría y que ha de llevarles a la dignidad existencial. Que las prisas actuales a nada conducen, sino es a la perdición del ser en nombre del quimérico poder del oro, donde el hombre sucumbe preso de sus ambiciones egocéntricas y, su espíritu, que un día fue luminoso, se apaga en nombre del poder económico, ante el cual nunca se posee suficiente, y que ha de empujarles a la indignidad ante los demás y, lo que es más grave, ante sí mismo.





Página quinta o de la Muerte

He visto llegar mi rostro en la cara de la muerte, venía en jamelgo loco y abjuraba de la mentira, desde su nube de pólvora y plomo repartía mandobles a diestro y siniestro. Con mano poderosa ensartaba su espada en el pecho de los sicarios del terror, sin piedad guillotinaba las cabezas de los muertos vivientes, y se expandía por el suelo la sangre maldita que en la arcilla se hacía fango y, en el centro del fango, se erigía el monumento a la destrucción. El ángel del exterminio había llegado luego del toque de la séptima trompeta, al iniciarse el séptimo tiempo y ser abierto el séptimo sello, que dejarían a las gentes de la abominación en manos del justiciero.

Los hombres corrían alocados, histéricos clamaban pretendidas inocencias a su todopoderoso dios dinero, llamado el del engaño y que les había autorizado a comprar la Tierra, más su divinidad era sorda; los sacerdotes se refugiaron dentro de sus iglesias de la avaricia, adorando con fruición al dios oro, el de la hipocresía; las mujeres se escondieron en alcobas de mármol y hielo, elevaban sus preces a la diosa riqueza, llamada de la esterilidad, en nombre de la falsa maternidad de las vírgenes. Mas todo fue en vano para todos. A su pesar lo dispuesto se cumplió en el tiempo determinado, lo que debía hacerse se hizo de la forma establecida, cuanto hubo de marcarse se marcó con la señal de la destrucción. Fueron los hombres aniquilados, borrados los sacerdotes de la faz de la Tierra, castradas las mujeres al negarse a parir hijos para la vida. Y aquella última generación murió sin descendencia.

Únicamente el grupo perteneciente a los seres mansos, los nacidos en los manantiales de la vida para ser fuente de vida, fueron salvados de las iras del ángel exterminador; porque ellos son los personajes anónimos con nombre propio, quienes grabaron los caminos del humanismo para ponerlos a disposición de los hombres y mujeres del futuro, sabiendo renunciar al deslumbramiento de la riqueza efímera en nombre del tesoro de su esencia divinizada, abrazando los sinsabores del trabajo anónimo para engrandecer el nombre de su espíritu, insertado en letras de oro en la gran columna de la vida desde el origen de los tiempos. La vida renace ante la vida, aún y cuando haya sido sacrificada con alevosía en nombre de la muerte.

Era una mañana de verano, en el transcurso del tiempo del Apocalipsis, hacia la época de su final, cuando los cimientos de la civilización de los dioses de la economía crujieron para desolación de sus súbditos, los muertos vivientes. La gran prostituta, la iglesia madre de las prostitutas menores, se aprestó con gran griterío y algarada a la salvación general. Permanecía sentada sobre las siete colinas que conforman su diván y las aguas del río de la humanidad discurrían espantadas ante el esperpento, amilanadas por la costumbre de milenios callaban por temor a alzar la voz. Ella, insensible, bendecía con esputos corrompidos el número de la bestia: 666 tres iglesias monoteístas por aquí, 666 la guerra, la destrucción y la muerte a nuestro servicio por allá, 666 quememos los capítulos 17 y 18 del Apocalipsis para defender nuestra impunidad. Porque a lo largo de la historia trágica han cometido genocidio permanente contra la humanidad en nombre de sus dioses de la cólera, han sumido a los pueblos en la esclavitud alardeando los nacionalismos intransigentes, marginado a las minorías en nombre de la exclusión cultural, encarcelado la razón pura en nombre de falsa mística, se siente capacitadas, una vez más, para mostrar el poder de su engaño a la sociedad de los muertos vivientes, como la postrera demostración estremecedora de las religiones del horror. Pero a su pesar, a pesar de las prostitutas menores, la vida en la Tierra se generará después del tiempo de la muerte, porque como la humanidad sabe que la naturaleza se agrede a sí misma para evolucionar y transformarse, es necesario el último capítulo del holocausto para regenerar el humanismo. 

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