domingo, 15 de abril de 2012

MI ROSTRO, página segunda o del tiempo




He visto llegar a la inteligencia en la neblina de la mañana, 
trascendía desde el otro lado de las praderas del conocimiento, 
venía diciéndoles a los hombres que es necesaria la pausa para 
armonizar sus existencias, para saber en que momento de la 
vida se encuentran y así poder iniciar el verdadero conocimiento 
de uno mismo, que es el auténtico camino de la sabiduría y que 
ha de llevarles a la dignidad existencial. Que las prisas actuales 
a nada conducen, sino es a la perdición del ser en nombre del 
quimérico poder del oro, donde el hombre sucumbe preso de sus 
ambiciones egocéntricas y, su espíritu, que un día fue luminoso, 
se apaga en nombre del poder económico, ante el cual nunca 
se posee suficiente, y que ha de empujarles a la indignidad ante 
los demás y, lo que es más grave, ante sí mismo.



De cuando el tiempo era el no tiempo


Página segundo o del tiempo

He visto llegar mi rostro desde más allá del tiempo, trascendía desde el tiempo padre de todos los tiempos, el gran tiempo que contiene a todos los tiempos menores; venía jugando con el tiempo presente y lo llevaba anudado al tiempo pasado, a los dos se les había enlazado el tiempo futuro. Traía unido los tres tiempos en el mismo tiempo, al parecer en la suma de los tres tiempos estaba contenido el tiempo infinito, pero desde luego yo no pude verlo, ni tocarlo, no obstante sí pude sentir sus vibraciones, que acompaña a los tres tiempos desde el principio del origen. Y mi rostro llegaba del espacio tiempo luego de haber jugado a la gallina ciega con los tres tiempos; yo, por mi parte, no tengo ni idea de cómo podía hacerlo, ¡parecía cosa de magia!, era de no creerlo de no haberlo visto.

Al parecer iniciaron el juego quedándosela él; de principio se pensó que no iba a ser tan difícil, pero muy pronto se llamaría engaño. Mi rostro se movía rápido de un lugar a otro, mas no tan céleremente como era preciso pues era incapaz de atraparlos; si por un azar prendía a uno de los tiempos, al tratar de identificarlo se equivocaba de tiempo y vuelta a empezar. Los tres tiempos se lo pasaban bomba, se desplazaban de un lugar para otro como diablos, bien tocándole la espalda, bien los brazos o las mano o las piernas o donde les viniera a contrapelo; para cuando él quería volverse, ya estaban en la otra punta del campo de juego. En ocasiones se enfadaba un poquito consigo mismo, ¡pero nada importante!, enseguida se le pasaba.

Jugaron a lo largo de varias horas y poco a poco le fue cogiendo la maña al juego, todavía estarían jugando hasta casi el amanecer cuando por fin atrapó al tiempo pasado; acaeció en un descuido de éste al emerger con demasiada fuerza en los recuerdos, lo apresó de un manotazo y por supuesto no se equivocó al identificarlo. Al poco caería el tiempo presente, sucedió al comprobar que su personalidad estaba formada en gran medida por retazos del tiempo pasado, hurgó en su ser y de esta manera lo prendió con sumo cuidado cosiéndolo de nuevo en el lienzo de su ser. No obstante, sería el tiempo futuro quien se lo pondría súper difícil,  se escondía muy bien, ¡pero que muy bien!; mi rostro sabía que permanecía todo el rato a su vera, ello era evidente mas no podía tocarle y mucho menos apresarle. Era como intentar tocar la nada, percibía su presencia, notaba su aliento, sin embargo no podía hacerle su prisionero. Al pronto se percató que, en ocasiones, por el rabillo del ojo del tiempo pasado asomaba el tiempo presente, rápido como una centella atrapó al tiempo futuro en el rabillo del ojo del tiempo presente.

Era una mañana de verano, en las horas del amanecer cuando dieron por concluido su hermoso capítulo de divertimentos. Los cuatro llegaban riendo con despreocupación e indolencia, plenamente confiados en su propia condición, en sus magníficas esencias que atesoran el gran conocimiento desde la más remota antigüedad. Venían comentando de lo sencillo que puede ser atrapar los otros dos tiempos una vez se tiene cautivo al tiempo pasado. Por ello, comentaban entre sí, resulta para la humanidad tan fundamental entender el sentido cíclico del tiempo y de la historia, conocer su pasado, estudiarlo con detenimiento, proteger su recuerdo con mimo, puesto que en él reside el motor del conocimiento que “obliga” a la humanidad a tomar la vida con fuerza y autenticidad protegiendo la identidad e idiosincrasia del ser humano, y también a la conquista de la armonía en los tiempos presente y futuro, los cuales, llegado el momento, se convertirán en pasado y presente para generar un novísimo futuro en equilibrio. Porque el ser humano, que también dispone de la razón, sabe que atesora la experiencia histórico-evolutiva.

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