miércoles, 25 de enero de 2012

LA ÚLTIMA REVOLUCIÓN VIII (final)





LA ÚLTIMA REVOLUCIÓN VIII

Realizado el estudio, somero, de las causas y condicionantes que han hecho posible la actual debacle socioeconómica mundial, todos arruinados por mor de unos cuantos, tendremos que entender en cuanto a los componentes del origen que han permitido semejante estado de cosas. Por más que le demos vueltas a la situación, por más que intentemos justificarnos los ciudadanos a consta de nuestra propio inocencia, que en un principio es real, entenderemos que nosotros también somos corresponsables de semejante estado de cosas y que nos han llevado a la devastación socioeconómica actual. Estamos heridos, pero ello no debe ser óbice para que olvidemos una vez más nuestra indolencia, al permitir que las instituciones hayan sido atracadas ante nuestros propios ojos, en el silencio más absoluto cuando no en la resignación proveniente del miedo a la denuncia pública. Miedo a ser marcados por los señores del poder, miedo a ser desplazado de los centros de la sociedad de consumo, miedo, en definitiva a perder la condición de consumidores.

Hace ya más de trece años que yo, ante un grupo de jóvenes “anarquistas”, les decía que era necesario e imprescindible dejar de llamarse consumidores y en consecuencia les urgía a recuperar la palabra ciudadanos. Basaba mi argumentación en el siguiente razonamiento: ser ciudadanos siempre tendríamos la protección del estado, a la cual teníamos derecho y el estado la obligación de proporcionárnosla; mientras que al considerarnos consumidores perderíamos los derechos que como ciudadanos nos garantizaba el estado, para convertirnos en seres indefensos ante las agresiones de las grandes empresas de marketing y las mega corporaciones. Me sorprendió la ofuscación general de aquellos jóvenes no queriendo aceptar tales posibilidades, confirmándose a sí mismos en el hecho de que la pérdida de la protección del estado no se produciría nunca, por lo tanto daba lo mismo un nombre que otro. Sin embargo, ahora que nuestros estados están “hipotecados” es cuando nos encontramos ante la patética realidad de la pérdida de ciudadanía, el estado no sólo no nos protege, sino que nos castiga y nos secuestra las protecciones necesarias a todos los ciudadanos para mantener las constantes de una vida en dignidad.

Existe un efecto curioso del que no me cansaré en denunciar, me refiero a la relación del poder con la cultura. En alguna de mis obras, en concreto en mi novela “Gente Anónima”, sin publicar, hablo de él y vengo a decir que “no existe mayor terrorismo que someter a los pueblos a la tiranía de la ignorancia”, técnica empleada fundamentalmente por las iglesias para imponer sus dogmas y por los imperios para imponer su hegemonía. La relación del poder con la cultura es de enfrentamiento permanente, es decir, el poder necesita de gente inculta para manipularla, engañarla con el timo del palo y la zanahoria y hacer de ella lo que le venga en gana; porque sabe que al hombre culto no se le puede engañar, ni manipular y en consecuencia siempre es un peligro para sus pretensiones de permanecer por el tiempo del tiempo ostentando la hegemonía. Los políticos actuales lo saben y como da la casualidad que ellos tienen las llaves de la caja fuerte en sus manos, por sistema niegan las subvenciones a quienes osan criticarles, de tal modo que existen gentes, cultas y libres, que por una razón u otra permanecen ajenas a los beneficios de los impuestos redistribuidos hacia la cultura.

Cuando veo a ciertos personajillos cisqueando constantemente por los diferentes departamentos de cultura de las instituciones, a la busca y captura de la correspondiente subvención, existe gente que vive de ello, yo ya me sé que estoy frente a un personaje no culto, pero que utiliza la cultura para ocupar un espacio que por capacidad mental, conocimientos y obra realizada no le corresponde. Dicho esto añadiré: si en el futuro existe una posibilidad humana para una gran transformación social, revolución, la única que queda es la cultural, porque todas las demás ya han sido ensayadas a lo largo de la historia y una a una fueron fracasando. Revoluciones religiosas, revoluciones sociales, revoluciones económicas, que en su momento se impusieron creando esperanza en los hombres de cara al futuro, fueron degenerando con el paso de los años y hoy en día se han convertido en el símbolo de la deshumanización del neoliberalismo globalizador, que nos ha privado de derechos, protección, incluso de nuestros estados.

 Pensemos que no existe auténtica libertad sin cultura, ¿cómo diablos va a ser libre un ignorante? La libertad se gana desde la mente libre trabajando por ella día a día, por consiguiente no puede ser libre el ser alienado; haga lo que haga nunca será libertad aquello que hace, entre otras porque la libertad no puede manifestarse en la ignorancia, ya que si no se entiende el principio de libertad no se puede actuar en libertad. Aquí estoy negando la mal llamada libertad de acción, esa que dice hago lo que se me antoja luego soy libre, esa libertad no existe porque en sí misma está contra la libertad del espíritu, la cual “obliga” al hombre libre a actuar aún en contra de sus convicciones en beneficio del bien social y humano. Cuando de un modo u otro el ejercicio de la libertad no se dirige hacia el humanismo simplemente la libertad no existe.

En consecuencia la última revolución deberá traernos un nuevo renacimiento cultural del hombre, en mestizaje porque ya se han terminado los años de hegemonía de la raza blanca. Ya la evolución de los seres humanos en la Tierra ha llegado a su nuevo cenit, y ahora esperan impacientes la renovación del mensaje del nuevo humanismo, que es indudable llegará de la mano de la cultura y el conocimiento, quienes a su vez pondrán a disposición de los seres humanos los principios de la justicia universal, el amor universal y la paz libremente aceptada por las personas que pueblan el planeta. En ese quehacer las mujeres y los hombres libres y cultos se encontrarán con su destino, quienes a su vez lo pondrán a disposición de sus compañer@s de viaje para bien de toda la humanidad.

A estas últimas reflexiones conviene añadir que quien la hace la paga, ellos, los estafadores, ladrones de guante blanco, legisladores de leyes injustas y demás ralea serán excluidos. El nuevo humanismo no permite la presencia de déspotas y tiranos; además, está claro, ellos nunca permitirían que se lograra una relación humana en la Tierra, luego es imprescindible su expulsión.

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