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| La soledad del ser ante las armas del poder |
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En la actualidad los
ciudadanos sentimos la sensación de estar solos ante el poder, mejor dicho,
contra el poder, porque ellos nos han puesto contra las cuerdas; nos sentimos
malditos en nuestra tierra, que fue la tierra de nuestros antepasados, y
tememos la acción de la policía por tener la valentía de reivindicar nuestra
existencia, por hacernos oír ante los subjetivos y taimados medios de
comunicación, y también sentimos temor ante los jueces porque sus leyes ya no
son las nuestras, porque sabemos que la policía se inventa pruebas en las que
un grampón de escalada puede convertirse en un arma terrorista, recordar el esperpento de Niza.
Indefensos ante el mundo, dejados de la mano de dios porque también nos lo han
secuestrado, apaleados indiscriminadamente por policías impasibles y,
finalmente, reos de cárceles por mor de las injustas leyes promulgadas a toda
prisa a fin de perpetrar el escarnio.
Visto lo cual,
considerando los inhumanos momentos actuales que vivimos y nos ha tocado
soportar, concluimos sin demasiadas dificultades que estos tiempos nuestros nos
recuerdan en muchos aspectos aquellos pretéritos tiempos de la esclavitud, en
los que se perseguía a unas gentes por el hecho de ser negros, se les apresaba,
se les hacinaba como si fuera ganado y se les transportaba en las bodegas de
los barcos sin miramientos, tirando a la mañana por la borda del barco los
cadáveres para carnaza de tiburones. La diferencia es que en la actualidad
todos somos negros, nadie está a salvo y el racismo de las clases dirigentes
del FMI y compañía va dirigido contra los pobres, los parias, los marginados
–no fue por casualidad el bochorno espectáculo de Nueva Orleans. Quizá algún
día alguien tendrá que responder ante los tribunales por genocidio-, en fin,
contras las gentes libres que tenemos la valentía de enfrentarnos a semejante
injusticia, y poseemos el criterio necesario para entender que la vida no es
tal cual esas gentecillas se empecinan en imponer a la humanidad entera.
Para ellos es muy fácil
hablar de dignidad, aparentar dignidad, cuando lo que hacen es vivir de su
propia indignidad alimentando su orgullo y soberbia hasta la exasperación. Su
objetivo consiste en que la humanidad se pliegue a sus designios, a sus
caprichos, se postre de rodillas a su dictadura que es tanto como decir a la
dictadura del capital, FMI, de su capital por supuesto. Pero nosotros
resistimos y seguiremos resistiendo sus terroríficos embates, lloraremos pero
nos rearemos ante los que caigan, otros vendrán detrás empuñando el estandarte
de la dignidad humana, porque qué podríamos esperar de una humanidad sumida en
la esclavitud, en la indignidad. Ellos aseguran que el dinero mueve al mundo,
nosotros respondemos que el dinero mueve la guerra, lleva a la guerra e impone
la destrucción, el hambre, la peste. Ellos afirman que el dinero mueve al
mundo, nosotros respondemos que no, el dinero pervierte a los estados, a los
políticos y a cuantos tienen la desgracia de sentirse estado. Ellos aseguran
que el dinero mueve a los hombres, nosotros decimos que no, el hombre libre
está hecho para mover la vida, para mover al mundo, para mover y proteger a los
otros hombres y, a su vez, dejarse mover por los mecanismos vitales de la vida,
entre los cuales, maravillosa realidad, no aparece el dinero para nada.
Pero el hombre
libre, el hombre que vive en la dignidad, primero es hombre culto. Al principio
de los tiempos del hombre el hombre no sabía y tuvo que construir su conocimiento
partiendo de la experimentación. Poco a
poco se fue adueñando de la Tierra y fue construyendo un mundo menos hostil,
dominando el entorno inmediato; siguió
experimentando y aprendiendo y llegó a dominar el entorno próximo. Durante
milenios prosiguió con la experimentación adquiriendo más y más conocimiento,
el cual empezó a recapitular en tratados… Y así hasta el momento presente, ya
tenemos dominado el entorno lejano, mientras proseguimos con nuestra evolución
y, por supuesto, también la del planeta. No analizamos aquí si el proceso se ha
realizado bien o mal, porque de todos es conocida la capacidad del dinero para
arrasar cuanto le venga en gana, selvas, páramos, ríos, lagos, mares, océanos, patrimonio
histórico artístico, medios de vida y por supuesto gentes de tribus indefensas.

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