sábado, 3 de diciembre de 2011

LA MONTAÑA DEL CAMPO DE LA NADA


El sol del campo de la nada


          Cuando yo fui niño los sacerdotes católicos eran tan engreídos que para ensalzar a su cristo de cartón piedra -su guiñol del engaño, nada que ver con el verdadero Cristo de la espiritualidad-, con grandes dosis de patetismo lo comparaban con mahoma, también de cartón piedra para los ulemas del Corán -otro guiñol de la mentira, nada que ver con el verdadero Mahoma de la espiritualidad-. Se les llenaba la boca de baba diciendo y diciendo de los prodigios y milagros de su profeta, adoctrinando a los niños con su fanatismo como si de consignas políticas se tratara –no olvidemos que las iglesias son las inventoras de las ideologías-, era una cohorte de orates en el desierto de lo inhumano, que disfrazaban bajo el lema de “la buena voluntad”. Qué es la buena voluntad, me pregunto yo, cuando se busca someter de por vida a los hombres bajo el yugo de la esclavitud religiosa.

          Para desprestigiar a Mahoma se referían de malas formas a la frase de la montaña: “si la montaña no viene a mi, yo voy a la montaña”, de seguido remataban sus pírricas argumentaciones alegando que vaya milagro de pacotilla el del profeta coránico. Ignoraban que la montaña existe, que es el vértice geodésico del campo de la nada, en medio del cual se eleva majestuosa. Los sacerdotes católicos ignoraban que la visión del campo de la nada es un regalo que se les hace a los seres privilegiados. Su gigantesco espacio es recorrido por ellos a pie como medio para acercarse a la base de la montaña. En la primera visión se ignora su significado, no hay posibilidad de entender nada; sólo se puede comprender cuando luego de recorrer el campo se está al borde de la montaña, el trayecto metafísico dura aproximadamente dos años recorrerlo. Es el tiempo transcurrido entre la primera y la segunda visión.  Allí, al pie de la montaña, se entiende a la perfección los dos sueños y la doble interacción entre la montaña y el campo de la nada. Allí se vislumbra el principio generador de la vida.


         El principio de la vida en el cosmos se genera y articula en el campo de la nada, que es una vasta llanura circular y plana como la palma de la mano, iluminada por una tenue luz cenital y grisácea, y cuya actividad se concretiza por mediación de la montaña. Es decir, el campo de la nada, en apariencia estático, posee su propio impulso, flujo vital, que va dirigiendo hacia la base de la montaña, donde al contacto con el espacio luz, el de la montaña, se reactiva e inicia el proceso creador. Toda la luz existente en el campo de la nada es consecuencia de la luz que se expande desde el espacio luz, montaña, si bien, cuando se está al borde de ella no deslumbra, ello permite contemplar con nitidez a los elementos que están en su interior y la conforman.

          El campo de la nada es el equivalente al vacío en la meta filosofía oriental, taoísmo fundamentalmente, es el número uno y en él se genera el dos que es la montaña, de la unión de los dos primeros emerge el tres, la luz, y del último los diez mil elementos. En una primera visión Mahoma contempló el campo de la nada desde el límite exterior del círculo, viendo muy de lo lejos la montaña; prácticamente es seguro que se preguntaría qué era aquello que se le estaba mostrado, cual era su significado, qué simbolizaba. De principio ahí se quedaría el asunto, puesto que carecía de referencias para sacar conclusiones. Sería en una segunda visión, una vez que él hubo recorrido el campo de la nada y se colocó al lado de la base de la montaña, cuando de hecho empezó a entender el proceso del binomio campo de la nada montaña del campo de la nada y sus mecanismo de funcionamiento. De ahí la frase: “si la montaña no viene a mi, yo voy a la montaña”, experiencia que yo también he realizado.


las diferentes caras de la luz
          El campo de la nada (el uno), genera la montaña (el dos), formándose la dualidad “campo de la nada-montaña” del campo de la nada. El principio del espacio tiempo, que es donde será contenida la creación futura,  se genera en el campo de la nada; y el principio del espacio luz, contiene el binomio materia y energía, se genera en la montaña. Por lógica, es necesario crear primero el espacio tiempo, para después llenarlo con el espacio luz, de lo contrarío dónde se ubicaría el  segundo? El nacimiento de ambos es sincrónico, a medida que se genera el espacio tiempo también se genera el espacio luz, que va ocupando el espacio del primero fusionándose con él, creando el binomio “espacio tiempo-espacio luz” como elemento único; el citado binomio representa al número tres en el taoísmo; de donde, es evidente, nacen los diez mil elementos. La montaña está constituida por millones y millones de elementos en estado potencial, transparentes asemejan al cristal de roca, por lo que a través de uno se pueden ver y percibir miles de elementos, que contienen la preforma de la forma, siempre prismática, que tomarán los elementos una vez evolucionados.

          Insisto, es un proceso en cadena en el que primero nace el espacio tiempo, de modo que el espacio luz pueda ocuparlo, a la inversa sería imposible puesto que el espacio luz no podría expresarse al carecer de “espacio” para hacerlo. Es un proceso continuado en el tiempo, lo cual nos dice que la creación continúa infinitamente. Aquí podríamos hacer un inciso con respecto al bing bang, es muy posible que no exista un único bing bang, sino que se produzcan múltiples bing bang de modo continuado a lo largo de la historia cósmica. Cada galaxia en sí misma puede ser un bing bang diferente, que por expansión iría ampliando su espacio tiempo, ocupándolo y poniendo en comunicación su espacio luz con el resto de los espacios luz de las otras galaxias. Existen millones de galaxias que los hombre no vemos, es posible que no sea sólo porque estén lejos, sino porque sus espacio tiempo todavía no se han comunicado con el nuestro, luego entre ellas y nosotros no existe espacio luz que nos permita contemplarlas.

          No tenían razones los sacerdotes del desprestigio para atacar sin conocimiento alguno a Mahoma, reencarnación de Cristo por más que les duela y éste a su vez de Moisés, es una muestra más del fanatismo religioso que en el seno de la iglesia católica se da a millones negando la razón humana. En la actualidad, los sacerdotes, prevén que les queda poco tiempo y se aferran al integrismo intentando retornar, estérilmente, a los tiempos de su “gloriosa” inquisición, bajo cuyo miserable imperio se asoló el humanismo y el pensamiento libre como medio de perpetuar de forma injusta sus privilegios, malamente adquiridos atizando de modo obsesivo el anatema, las persecuciones, la represión, el genocidio y la amenaza del infierno contra los hombres.

           Ya ha quedado suficientemente aclarado, a la montaña únicamente pueden acceder los seres privilegiados, a nadie más le está permitido conocerla, tal es así que ha permanecido ignorada para la cohorte de orates del desierto de lo inhumano. Cristo también la conocía, callándose toda referencia al tema, todavía no era el tiempo de hablar de ella. Mahoma simplemente nos dice que existe y que ha estado allí, no más; jamás consideró un milagro el don recibido, bien sabía que los milagros sólo existen en las mentes calenturientas de los clérigos malintencionados.





fuego y destrucción contra la luz del espíritu


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