Nota: siempre que hablemos del alma de A. Machado estaremos frente a su archiconocido libro "Campos de Castilla", ello es inevitable. El poeta lo selló con su alma y lo dotó de la atemporalidad y universalidad que sólo un gran espíritu es capar de aportar a su obra literaria y poética.
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| Caricatura de A, Machado realizada por Palacios |
El alma machadiana-1
Cuando el poeta
Antonio Machado llega en su primer viaje a Soria, mayo de 1907, para tomar
posesión de su cátedra de francés en el instituto de la ciudad, en sólo tres
intensos días se le abren los ojos del alma, en tres días resucita su hechizado
“Lázaro” interno, el ser revelación que obra milagros en el hombre llevándole
por la senda de la entrega total. El poeta queda extasiado cuando la luz
ingrávida de Soria le llega al espíritu inundándoselo de emotivas sensaciones,
revolucionando su ser que sorprendido no da crédito al hechizo que vive;
todavía sin que su mente sorprendida comprenda lo sucedido, ya su alma ha
comulgado con la luminiscencia azul de los cielos sorianos, ya energía y
energía se han casado en el gran acto de la fecundidad poética, ya el
“matrimonio” de las espiritualidades de la gran poesía magmática ha sido
consumado, ya lleva al primer vástago en su portapapeles, su cartera, ya sólo
es cuestión de tiempo para que el resto de los hermanos uno a uno vayan
naciendo desde la armonía de la poesía machadiana.
La autenticidad
vital de su estancia en tierras sorianas estriba en que Antonio Machado retorna
a Madrid, tres días más tarde, casado con la luz de Soria para toda su
existencia, siéndole fiel hasta la muerte, y habiendo captado su capacidad poético
espiritual, que le hechizó de por vida. Es el mismo fenómeno que le sucediera a
G. A. Bécquer, los dos escritores se enamoran de la ciudad mística y guerrera
donde los poetas se transforman en guerreros, que jamás rendirán su pluma a
los pies de ningún “imperio”, recordándonos en su actitud al poeta Espronceda
en su vitalista y libertaria Canción del Pirata.
Y no podía ser de
otro modo, también Antonio Machado fue seducido por los parajes que recorre el
protagonista de “El Rayo de Luna” becqueriano –insisto, no existían grandes
diferencias en el alma del autor de la leyenda y la del poeta de Campos de
Soria-, ¿qué otra cosa hacía, ya sea consciente o inconscientemente, sino
seguir el trayecto marcado en la leyenda repitiendo de continuo sus largos
paseos por la margen izquierda del río hasta San Saturio? Por qué eligió
preferentemente esa zona del río y no otra, cabría preguntarse. La respuesta,
casi con seguridad, podemos encontrarla en uno de sus poemas, si bien existen
otras referencias que obviamos en este trabajo; Antonio Machado utiliza el
término liras asociado al aire al referirse a los álamos, que bien puede
interpretarse como un homenaje escondido a la frase de Bécquer que aparece en
el capítulo V de El Rayo de Luna: “¡Su voz!... Su voz la he oído…, su voz es
suave como el rumor del viento en las hojas de los álamos”. En poesía la
voz femenina podemos asociarla de forma natural al timbre de la lira o del
arpa. El poema de Machado pertenece a la serie de Campos de Soria, es el
penúltimo, y sus versos son de un lirismo profundo, no excesivamente frecuente
en nuestro poeta, en especial en la última estrofa, enfatizada mediante una
admiración, donde el ensimismamiento del poeta le lleva a hacer una declaración
de amor a los álamos.
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| Álamos en S. Juan de Duero, que fueron talado para hacer un aparcamientos en el año 2009, con motivo de la exposición "Las Edades del Hombre" |
CAMPOS DE SORIA
(CXIII)
VIII
…
¡Álamos del amor
que ayer tuvisteis
de ruiseñores las
ramas llenas;
álamos que seréis
mañana liras
del viento
perfumado en primavera;
álamos del amor
cerca del agua
que corre y pasa y
sueña,
álamos de las
márgenes del Duero,
conmigo vais, mi
corazón os lleva!
Y los álamos,
sobrevivientes entre generaciones, son los mismos álamos cantados por los dos
poetas en dos momentos líricos diferenciados en unos cuarenta y siete años
-1861, fecha de la publicación de El Rayo de Luna, 1907, fecha de la
llegada de Machado a Soria-, no demasiado tiempo para la vida de los árboles en
condiciones de temperaturas frías que obligan a un crecimiento lento, caso que
se da en Soria; recordar en este respecto las alusiones de Antonio Machado a la
humilde primavera soriana. El alma de A. Machado es un alma profundamente
becqueriana, pensemos que la continuidad en el tiempo de la obra de Bécquer –en
el año de su muerte tenía proyectado una serie de trabajos para la prensa
centrados en el paisaje, etnografía y folclore sorianos en colaboración con su
hermano Valeriano, y que por el fallecimiento de ambos no se llevó a cabo-,
debería justificar por sí misma la presencia y la obra de Antonio Machado en
Soria; de hecho, en mi creencia, la justifica plenamente.


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