domingo, 5 de mayo de 2013

EL ALMA MACHADIANA - 1



Nota: siempre que hablemos del alma de A. Machado estaremos frente a su archiconocido libro "Campos de Castilla", ello es inevitable. El poeta lo selló con su alma y lo dotó de la atemporalidad y universalidad que sólo un gran espíritu es capar de aportar a su obra literaria y poética. 

Caricatura de A, Machado realizada por Palacios


El alma machadiana-1 

Cuando el poeta Antonio Machado llega en su primer viaje a Soria, mayo de 1907, para tomar posesión de su cátedra de francés en el instituto de la ciudad, en sólo tres intensos días se le abren los ojos del alma, en tres días resucita su hechizado “Lázaro” interno, el ser revelación que obra milagros en el hombre llevándole por la senda de la entrega total. El poeta queda extasiado cuando la luz ingrávida de Soria le llega al espíritu inundándoselo de emotivas sensaciones, revo­lucionando su ser que sorprendido no da crédito al hechizo que vive; todavía sin que su mente sorprendida comprenda lo sucedido, ya su alma ha comulgado con la luminiscencia azul de los cielos sorianos, ya energía y energía se han casado en el gran acto de la fecundidad poética, ya el “matrimonio” de las espiritualidades de la gran poesía magmática ha sido consumado, ya lleva al primer vástago en su portapapeles, su cartera, ya sólo es cuestión de tiempo para que el resto de los hermanos uno a uno vayan naciendo desde la armonía de la poesía machadiana.

La autenticidad vital de su estancia en tierras sorianas estriba en que Antonio Machado retorna a Madrid, tres días más tarde, casado con la luz de Soria para toda su existencia, siéndole fiel hasta la muerte, y ha­biendo captado su capacidad poético espiritual, que le hechizó de por vida. Es el mismo fenómeno que le sucediera a G. A. Bécquer, los dos escritores se enamoran de la ciudad mística y guerrera donde los poetas se transforman en guerreros, que jamás rendirán su pluma a los pies de ningún “imperio”, recordándonos en su actitud al poeta Espronceda en su vitalista y libertaria Canción del Pirata.

Y no podía ser de otro modo, también Antonio Machado fue seducido por los parajes que recorre el protagonista de “El Rayo de Luna” becqueriano –insisto, no existían grandes diferencias en el alma del autor de la leyenda y la del poeta de Campos de Soria-, ¿qué otra cosa hacía, ya sea consciente o inconscientemente, sino seguir el trayecto marcado en la leyenda repitiendo de con­tinuo sus largos paseos por la margen izquierda del río hasta San Saturio? Por qué eligió preferen­temente esa zona del río y no otra, cabría preguntarse. La respuesta, casi con seguridad, podemos encontrarla en uno de sus poemas, si bien existen otras referencias que obviamos en este trabajo; Antonio Machado utiliza el término liras asociado al aire al referirse a los álamos, que bien puede interpretarse como un homenaje escondido a la frase de Bécquer que aparece en el capítulo V de El Rayo de Luna: “¡Su voz!... Su voz la he oído…, su voz es suave como el rumor del viento en las hojas de los álamos”. En poesía la voz femenina podemos asociarla de forma natural al timbre de la lira o del arpa. El poema de Machado pertenece a la serie de Campos de Soria, es el penúltimo, y sus versos son de un lirismo profundo, no excesivamente frecuente en nuestro poeta, en especial en la última estrofa, enfatizada mediante una admiración, donde el ensimismamiento del poeta le lleva a hacer una declaración de amor a los álamos.


Álamos en S. Juan de Duero, que fueron talado
para hacer un aparcamientos en el año 2009, con
motivo de la exposición "Las Edades del Hombre"  
CAMPOS DE SORIA (CXIII)

VIII
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores las ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
                                                                       

Y los álamos, sobrevivientes entre generaciones, son los mismos álamos cantados por los dos poetas en dos momentos líricos diferenciados en unos cuarenta y siete años -1861, fecha de la publicación de El Rayo de Luna, 1907, fecha de la llegada de Machado a Soria-, no demasiado tiempo para la vida de los árboles en condiciones de temperaturas frías que obligan a un crecimiento lento, caso que se da en Soria; recordar en este respecto las alusiones de Antonio Machado a la humilde prima­vera soriana. El alma de A. Machado es un alma profundamente becqueriana, pensemos que la continuidad en el tiempo de la obra de Bécquer –en el año de su muerte tenía proyectado una serie de trabajos para la prensa centrados en el paisaje, etnografía y folclore sorianos en colaboración con su hermano Valeriano, y que por el fallecimiento de ambos no se llevó a cabo-, debería justificar por sí misma la presencia y la obra de Antonio Machado en Soria; de hecho, en mi creencia, la justifica plenamente.

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