jueves, 17 de enero de 2013

INTROSPECCIÓN Y ÉXTASIS CONTEMPLATIVO I



Bien, veremos hasta dónde es capaz de encontrarse mi intrépido espíritu con la esencialidad de la cosmogonía universal. Sólo añadir que mi espíritu no es diferente del vuestro, puesto que todos fuimos forjados en la fragua de la intemporalidad y el conocimiento que se enraízan en el principio creativo.



Algo paracido es la espiritualidad de la cosmogonía.
Llama de la inteligencia alimentando de continuo la creación.


Introspección y Éxtasis Contemplativo I


A tenor de un debate que hace un par de días surgió en Facebook entre un grupo de amigos, entiendo de la necesidad de hacer algunas aclaraciones al respecto, contando con mi limitado conocimiento sobre el tema y la permisividad de los integrantes del debate. Yo, en este trabajo, quisiera incidir en la cualidad dual del ser humano, hombre mujer, que nos permite desplazarnos lejos del mundo temporal en el que vivimos, tridimensional, para adentrarnos en la intemporalidad de la infinitud del espacio tiempo o cosmogonía espiritual de la creación, cuya dimensionalidad desconocemos y al que permanece adscrito el espíritu humano. Claro está, que si negamos nuestra cualidad dual no es posible la existencia del debate, porque entonces sólo seríamos seres unitarios dotados de un cuerpo y de una mente.

Convendría iniciar delatando las grandes diferencias que se dan entre hermano; aun contando que todos ellos son nacidos de los mismos padres, han recibido un proceso educacional similar y se han sumado a la vida en un entorno social y cultural de características comunes. Convendría que fuéramos indagando sobre el por qué se producen esas grandes diferencias, en ocasiones de dimensiones astronómicas, que inducen a unos y a otros a interpretar sus vidas de modo tan radicalmente distinto, encauzándolas hacia metas que nada tienen de común entre sí, alejándoles definitivamente de aquella primera vida en común y, en consecuencia, perdiendo el contacto de por vida en numerosos casos.

 Es sabido que la genética no hace hijos iguales, aunque si crea características comunes que son heredadas de sus progenitores. Lo mismo podríamos asegurar del proceso genético mental, aquí ya aparecen diferencias notables y podremos entender mejor las diferencias del grado de inteligencia entre los hijos  que son ostensibles, en ocasiones en grado superlativo; si bien, debemos aclarar que la mente como tal y el raciocinio tampoco pertenecen al apasionante mundo del espíritu.

La genética de la inteligencia nos dice:

1º/ De padres no inteligentes -hablamos de inteligencia intuitiva-, nunca pueden nacer hijos inteligentes.

2º/ Para que uno de los hijo sea inteligente es del todo imprescindible que al menos uno de los padres sea inteligente.

3º/ Para que todos los hijos sean inteligentes, salvo accidente, los dos progenitores deben ser inteligentes.

4º/ Para que uno de los hijos sea excepcional, inteligentemente hablando, es necesario el requisito de que los dos padres estén dotados de una inteligencia muy amplia, es decir que ambos se acerquen también a la excepcionalidad.

De hecho es un proceso que lo podemos comprobar de un modo cotidiano, en nosotros mismos, en nuestros vecinos, amigos y familiares; también en la trayectoria que hemos y han seguido en la vida y, por supuesto, en la forma de hacer y en el comportamiento de los hijos. Otra historia diferente es que no nos convenga verla y menos constatarla, en especial si corremos el riesgo de vernos atrapados en alguno de los apartados que comprometerían nuestra forma de vernos a nosotros y las personas que pertenecen al entorno próximo en el que nos movemos. Si las leyes de la genética, Mendel, las damos por probadas y aceptadas científicamente, no se entiende el por qué no se aplican a la inteligencia, a no ser que existan prejuicios que lo impidan o miedo a ser descubiertos.

Las correlaciones hereditarias, con diferencias notables, se producen en estas dos primeras proposiciones que hemos visto; es indudable que seguimos hablando de seres “carentes” de espiritualidad, puesto que nos hemos referido única y exclusivamente al ser humano físico e intelectual, cuerpo y mente, ignorando, de hecho, la espiritualidad del ser. Tendremos que acercarnos a los enunciados del Tao -concepción metafísica de la vida, no religiosa-,  a fin de argumentar sobre la existencia de la cosmogonía espiritual de la creación, de la que los seres humanos formamos parte convirtiéndonos en una proyección más de la vida, ni más ni menos importante que cualquier otra de las existentes.

Continuará.



Desde la impenetrabilidad y la forma amorfa a la luz de la clarividencia.
Largo viaje para el espíritu del hombre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario