sábado, 13 de octubre de 2012

LA ESPIRITUALIDAD EN G. A. BÉCQUER IV



El espíritu humano es andrógino, dualmente se manifiesta en su doble vertiente “eterno masculino-eterno femenino”; si bien, en la experiencia existencial, en buena medida se halla mediatizado por los condicionantes del sexo en el que se ha reencarnado. Ello nos es óbice para que determinados espíritus, altamente sensibles y muy evolucionados, sean capaces de desdoblarse dejándose llevar por el proceso creativo, momento intenso en el que el alma de creador traspasa los límites para volcar su saber hacer en la obra de arte, y es, en esos precisos instantes y dependiendo de las necesidades expresivas de la obra, cuando el eterno femenino del hombre se apodera del instante creador dotando a la obra de la sensualidad femenina, o, si de una creadora se tratara, su eterno masculino aparece para impregnar su obra de la fuerza expresiva masculina.  


Muralla de Soria junto al Duero

LA ESPIRITUALIDAD EN G. A. BÉCQUER IV

El proceso arriba descrito no es ajeno a la vida y obra de G. A. Bécquer, poco a poco iremos viendo como el poeta se transforma en sus escritos y deja al descubierto la belleza de su alma femenina y poética. El fenómeno sucede de tal modo que, llegados ciertos pasajes, no podemos vislumbrar si las palabras escritas por el poeta pertenecen a la obra en sí misma o son el resultado de momentos de éxtasis vivenciados por el autor y que ha transcrito directamente al papel sin mediar ninguna concepción mental. En este campo deberemos obviar las terribles consecuencias de un proceso educativo errático, me refiero a la educación recibida por todos nosotros, desde nuestra infancia, en la que prima la separación de sexos , que mediatizan el comportamiento de niños y niñas en su camino hacia la edad adulta y, en consecuencia, definirán a los hombres y mujeres del futuro.

Bécquer toma de la tradición oral soriana -rica y heredera de la cultura celtíbera, que a su vez entronca en el remoto tiempo pasado con la cultura centroeuropea. Digamos que se trata de un folclore de tradición culto.- los elementos básicos e imprescindibles que componen sus obras de las leyendas. El primero consiste en la concepción de la religión animista, muy extendida en las culturas anteriores al cristianismo, otorgando divinidad a cualquiera de las múltiples manifestaciones de la vida; que, posteriormente, mediante ciertas transformaciones, pasaría a formar parte de la cultura dominante, es decir, la católica. De ellos se sirve el autor para recoge los conceptos abstractos con los que hilará la trama argumental de sus obras y que eran conocidos en la cultura popular de trasmisión oral de la zona.  

En el segundo nos reencontramos con el consabido binomio Eros Tanatos, amor y muerte, que constituyen los elementos primordiales de la tragedia griega, tan arraigada en el hondo sentir del hombre ibérico, y que en Bécquer es una constante en el desarrollo de sus obras. En todas las leyendas sorianas, incluyendo “El Monte de las Ánimas” y “La Promesa”, dos obras que tocaremos de soslayo, nos encontramos con el mismo resultado final, amor frustrado, muerte y locura de sus protagonistas. Considero, una vez más, que, en G. A. Bécquer, muerte y locura pueden llegar a tener el mismo significado; es decir, la destrucción de la cordura mental, muerte de la parte racional del ser, que el autor asemeja y asocia con la muerte física. Tal es así, que la leyenda “El Monte de las Ánimas” termina con la muerte de Alonso y la destrucción mental de Margarita, final que vagamente nos acerca a la famosa leyenda persa “Majnun y Lailâ”, de Nizâmi, obra cumbre de la poética persa y en la que se inspirarán los sucesivos romeos y julieatas occidentales.

Bécquer, poeta y genio de la narrativa poética, regaló a Soria tres de sus más hermosas leyendas: “El Rayo de Luna”, “Los Ojos Verdes”, “La Corza Blanca” -esta última, Bécquer, la sitúa en Aragón, pero se trata de un error. Beratón es lindera con Aragón en torno al Moncayo, siendo la población castellana que más penetra en el territorio aragonés-, y la leyenda que posiblemente sea la de mayor contenido dramático del autor, “El Monte de las Ánimas”, además de la consabida de “La Promesa”, cuya acción transcurre en Gómara, a diez kilómetros de Almenar. La primera y la penúltima enlazadas entre sí por su situación geográfica privilegiada: ambas transcurren en los mismos lugares, en Soria capital, se desarrollan en parajes paralelos, incluso en los trayectos descritos los personajes entrecruzan los caminos; quien conozca bien Soria y las leyendas ubicará sin problemas el punto de encuentro y los caminos que recorren los personajes.


Río Duero, Soria

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