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| Portada del libro |
Por allí estaba repartida la vieja guardia de la pretérita
poesía, entre comillas lo de poesía, logroñesa. Una vez más todos se saludaron
entre todos y de nuevo se sintieron felices de ser coprotagonistas de un evento
cultural tan a la medida de ellos. Los mismos nombres, los mismos poemas, los
mismos versos de hace décadas andaban dispersos al socaire de las páginas del
libro de Mangolele, lo cual me hace pensar que ninguno de ellos escribe poesía
en la actualidad; ¡vamos!, que o mucho me equivoco o se han cortado la coleta
de poetas. El que desde luego sí se la ha cortado es Manolo de la Riva, porque
si bien estuvo por allí hacia el final del acto, no aparece ninguno de sus
estrafalarios poemas por el libro, lo cual es de agradecer. Hubo suerte, de la
tan cacareada generación poética de los ochenta, logroñesa, recuerde el lector
aquella “afamada” Antología de Poesía en La Rioja, 1985, -cuando la ojeo no
puedo evitar la obligada referencia con Codal-, apenas si se repiten cuatro o
cinco nombres, eso sí, para desgracia de lectores la escobas mangoleliano les ha
endosado el horrendo e indigesto pseudo poema de Roberto Iglesias “Qinceto Post
a Carlos Edmundo de Ory”, escrito que produce rayadas en el vientre del lector.
Menos mal que se compensa con el poema de Ramón Irigoyen, “Carlos Edmundo de
Ory”, poema bien escrito, dotado de ritmo y buen sentido del humor, lo cual es
de agradecer porque uno se olvida de las rayadas en el vientre.
Existen varios escritos más que son infumables,
pero nos vamos a olvidar de ellos; a pesar de todo la escoba mangoleliana ha
encontrado cosas potables, gracias a la voz entre profunda y desgarrada por la
acción del tiempo, de Armando Álvarez Bravo, que nos ofrece dos hermosos poemas
de ausencia y recuerdos, en los que el tiempo pasado es el sujeto que nos habla
invitándonos a encontrarnos con él. O los acertados textos en verso y prosa de
Raúl Eguizábal con los que se inicia el libro; o “Perdido en Puente Madre”, de José I. Foronda, rememorando su tiempo
infantil a la caza y captura de cucharones en el que fue el río por excelencia
de varias generaciones de niños logroñeses, entre otras porque nuestras madres
no nos permitían ir al Ebro por miedo a que nos ahogáramos. O el inteligente soneto
del absurdo de P. Santana, en el que las palabras juegan a sorprender al
lector, y, esa es la cuestión, además lo consiguen.
Resumiendo, la escoba mangoleliana ha hecho su
trabajo, de eso se trata claro, a veces con fortuna y otras algo menos y otras
descarnando poesía; ha ido barriendo estrofas, fragmentos de textos, para
amontonarlos en la “sopa de letras” que
constituyen el conjunto de escritos que conforman el ejemplar. Con todos mis
respetos yo le diría a Jordy&Cia que la próxima se deje de poesía
farandulera, de escritos de risa que dan pena, de publicar ejercicios lingüísticos,
léase el texto “Rutina”, que a nada conducen, y sobre todo de dejarse influenciar
por poetas que no lo son, esto es lo más grave, como es el caso del flamante “escribidor”
de versos Luis Alberto de Cuenca, cuyo máximo mérito como poeta consiste en
amontonar unos quince o dieciséis mil libros en las estanterías de su casa. A
uno que ya es viejo, que todavía no tiene demencia senil, que aún recuerda
diversas historias protagonizadas por poetas del tiempo pasado, le viene a la
memoria la paupérrima vida poética del “cultísimo” José María Pemán, cuyo gran
mérito como poeta consistía en adornar sus estanterías con unos cinco o seis mil ejemplares sus. Murió el escribidor de versos y las gentes nos olvidamos de aquel
hombre que andaba de culto por su esquelética vida cultural, pero no murieron las ganas de trascender de algunos aún a pesar de dedicarse a destruir la poesía.

Más que interesante y ACTUAL post Anselmo, tengo que conseguir un ejemplar de la revista...
ResponderEliminarSaludoss
Ana C.