viernes, 8 de abril de 2011

Las Fuentes de la Vida

Fotografía tomada en la primavera del 2009.
En aquellos momentos el caudal era superior a los 3.000 litros por segundo.



Página primera


Los hechos se desarrollaron a primeritas horas de la madrugada, justo en el primer sueño. Luz cenital, igualita a la del “Campo de la Nada”, iluminaba todo aquel gigantesco espacio, se veía bien, digamos que un tanto oscuro, y el ambiente era de agua, agua, agua que manaba en una vasta extensión e iba cayendo con suavidad de terraza en terraza, para precipitarse e inundar de vida el valle de la vida, el gran valle verde desde donde se alimenta la creación y la vida; que a su vez es parte del camino que recorremos los hombres de los cielos en nuestro continuo peregrinar a la Tierra, para una vez terminada la experiencia retornar a la casa paterna con el trabajo realizado, y, al poco tiempo, vuelta a empezar, y así siglo tras siglo para obligar a la evolución de los hombres, en el épico camino de la espiritualización de los habitantes de la Tierra.  

          Estaba tibia, el agua que manaba en los manantiales de la vida estaba tibia; el flujo era constante, no aumentaba ni disminuía; era constante el caudal de las aguas que manaban abundantes en las fuentes de la vida. ¿Por qué te metes ahí? –me preguntó mi compañero-, Me gusta -le respondí lacónico-, Acaso sabes qué es?,  Sí, el agua de la vida. Y continué andando hacia el final de la primera terraza desde donde el agua se precipitaba a la siguiente. Él me siguió, a una cierta distancia me siguió, observándome, callado, y nos internamos en las aguas tibias de los manantiales de la vida, caminamos y caminamos. Había otros tres seres más, parados en medio de la gran terraza, con el agua hasta las rodillas, sí hasta las rodillas nos llegaba el agua, observaban el agua, pude constatar que formaban un gran triángulo, irregular; sí, me fijé y me llamó la atención la imagen, era un triángulo irregular, me quedé con aquella figura geométrica. En realidad me estaban diciendo que la base de la construcción de la creación es geometría pura, sin más, geometría en estado puro, lo cual ya lo sabía yo desde que visioné la Montaña de Mahoma, sita en el centro del Campo de la Nada. De esa visión hablo más adelante, en este mismo libro.

          Llegué al borde, el agua tenía mucha fuerza, mucha fuerza, mucha fuerza, hasta entonces no había percibido el detalle. Mucha fuerza tiene el agua que alimenta constantemente la creación y la vida, mucha fuerza el agua de la vida para crear vida con fuerza, desde cuyo pedestal el hombre trashumante lucha constantemente por su evolución, a lo largo de su interminable peregrinación por la faz de la Tierra. Tuve que agarrarme a una baranda de cristal que apareció sorpresivamente, la fuerza del agua me tiraba a la siguiente terraza; cuando intenté avisarle a mi compañero, éste estaba de pié al borde de la terraza, permanecía quieto, hierático, ni se inmutó ante la fuerza del agua, para él no existía tal preocupación, parecía un titán dominando los elementos. Más tarde yo me rehíce y tampoco el agua me hacia presión, quizá me asusté al llegar al borde, ahora podía con ella y la baranda de cristal había desaparecido.

          Sea como fuere desde aquellos momentos la fuerza del agua me acompaña, ya me acompañaba antes, nos acompaña a todos los seres, si bien no somos conscientes. Me revitalicé caminando por las aguas de la vida, estoy viviendo una situación muy crítica y ha sido un regalo precioso. Al pensar en el agua me hace recapacitar en lo nervioso que me pongo en las épocas de sequía. Beber agua me tranquiliza; cuando me quemé, a principios de los años ochenta, en la clínica de Zaragoza tenía que beber agua durante las curas. Dos o tres horas aguantando estoicamente el martirio, cuando no podía más pedía agua, respiraba hondo y vuelta a empezar; allí comprendí que el dolor es superable y que el agua es el mejor de los calmantes. Esto último lo digo en serio. Yo me siento a gusto con el agua, me encanta mojarme bajo la lluvia en los meses del estío, lo bien que le sienta a mis neuronas a punto del “sirocazo” por efectos del sol y el calor tórrido. Cuando llueve la vida se templa y el sistema nervioso se relaja por efecto del agua. ¡Qué bien!, ¡qué regalo tan guapo! haber conocido los grandes manantial de la vida de cuyo poder engendrador los hombres somos la consecuencia, sus hijos.

(13-11-09)

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